¿Para creer en Dios necesito la razón o la fe? Pablo M. Pernas
Marzo 15, 2007 ¿Cuál es la relación entre fe y razón? ¿Puede alguien al mismo tiempo tener fe y utilizar su razón? ¿Para creer en Dios necesito la razón o la fe? Estas cuestiones o preguntas filosóficas han sido abordadas por muchas personas a lo largo de la historia de la humanidad. En la Edad Media varios filósofos se planteaban también estos problemas. Había personas que creían que existía Dios y querían demostrarlo mediante la razón. Por otra parte algunos filósofos preferían utilizar la razón para llegar a la creencia en Dios. Otros no creían que debiera utilizarse la razón en cuestiones de fe. Otros, simplemente, no creían ni les interesaba demostrar la existencia de un tal Dios. El hombre desde hace mucho tiempo piensa y reflexiona acerca de Dios. En el presente trabajo nos limitaremos al estudio y reflexión de algunos filósofos medievales. Haré una breve presentación acerca de lo que pensaban, sus ideas, sus problemas y sus soluciones. Ese será el punto de partida para una reflexión posterior. En el siglo II la filosofía y el cristianismo se encontraron. En este encuentro, algunos quieren el apoyo de la filosofía para sustentar la religión otros, en cambio, no. Aunque no será el objeto principal de este trabajo distinguir los unos de los otros, podemos dejar asentado que a los primeros se les denominará dialécticos y a los segundos antidialécticos. Empezaremos nuestro recorrido por San Agustín. Como nos comenta Gilson en su libro “La filosofía en la edad media”, San Agustín tuvo contacto con los maniqueos, quienes le habían prometido conducirlo a la fe en las Escrituras por el conocimiento racional. Al no ver cumplida dicha promesa, San Agustín buscaría alcanzar mediante la fe en las Escrituras, la inteligencia de lo que en ellas se enseña. Él sostiene que es cierto que el asentimiento a las verdades de fe debe ir precedido por algún trabajo de la razón, aunque aquellas no sean demostrables, se puede demostrar que es legítimo creerlas y es la razón la encargada de ello. Esto quiere decir que la razón interviene pero no excluye la fe.[1] Continúa Gilson citando el célebre texto del sermón 43, donde se resume la doble actividad de la razón en una fórmula perfecta “intellige ut credas, crede ut intelligas” que quiere decir “comprende para creer, cree para comprender”[2] . Otro aspecto importante es que para San Agustín no se accede a la verdad sino a través del amor. No basta el mucho razonar, sino que la razón, la reflexión y la inteligencia me deben llevar a creer y a amar, me deben llevar a Dios. Por su parte, Juan Escoto Eurígena dice que a Dios no se le conoce porque es infinito y lo que es infinito es incomprensible para sí. Para conocerse Dios tiene que hacerse finito, hacerse criatura, manifestarse en la creación. Dios reconoce su poder a través de su creación. El dice que se debe partir de la fe para alcanzar a Dios con la razón. Dios espera que el hombre se valga de la creación, ya que la creación es manifestación de Dios. La revelación de las Sagradas Escrituras (SE) es verdad siempre, la interpretación del hombre es discutible. El sostiene lo siguiente: “Ante todo, puesto que Dios ha hablado, es imposible para la razón de un cristiano no tenerlo en cuenta. La fe es para él, en adelante, condición de la inteligencia: “Nisi credideritis, non intelligetis” (IS., VII, 9). Es la fe la primera y, según el modo que le es propio, ella alcanza el objeto de la inteligencia antes que la inteligencia misma. … que nuestra fe haga lo mismo, que pase antes y, puesto que la revelación divina se expresa en la Escritura, hagamos que el esfuerzo de nuestra razón vaya precedido por un acto en virtud del cual aceptamos como verdadero lo que la Escritura enseña. Para comprender la verdad es necesario creerla antes”[3] Aquí podemos observar que Juan Escoto parte de la fe para llegar a Dios. Cree que Dios ya ha hablado y que la tarea del hombre es utilizar la razón, que Dios mismo le otorga, para ir más lejos. San Anselmo, por su parte, escribe en el Monologium argumentos que tratan de demostrar, de forma únicamente racional, la existencia de Dios. A la prueba de la existencia de Dios se le conoce como “argumento ontológico”.[4] San Anselmo sostiene que el hombre cuenta con dos fuentes de conocimiento: la fe y la razón. Sin embargo, el comenta que es necesario ante todo, afirmarse con seguridad en la fe y se niega a someter a la SE a la dialéctica. Concluye diciendo que la fe debe ser para el hombre el dato del cual debe partir. Él también considera que se debe creer para entender, o por decirlo en otras palabras, la inteligencia presupone la fe.[5] Es necesario hacer la siguiente aclaración: el concepto de Dios puede ser abordado de forma nominal (conocer el significado del tema) y de forma experiencial. En este segundo caso, la persona que tiene experiencia de Dios no puede negar su existencia y a veces no busca ni necesita una comprobación racional. San Anselmo sostiene que niegan a Dios quienes no tienen experiencia de Dios. Por su parte, Pedro Abelardo dice que “solamente los ignorantes recomiendan la fe antes que la comprensión”[6]. San Bernardo de Claraval tiene como filosofía seguir a Jesús y a Jesús Crucificado. Para él existen tres modos de conocimiento: a) la opinión: conocimiento superficial, b) la fe: cuando creemos sin tener total certeza c) inteligencia; es un modo de conocimiento superior al de la fe. Al realizar este breve recorrido por el pensamiento de algunos de los más importantes filósofos medievales podemos percibir que el asunto de Dios, su existencia, su esencia, su mensaje ocuparon el tiempo y la mente de muchos seres humanos y marcaron incluso una época. El tema fue también motivo de discusiones intelectuales y de disputas. Podemos ver también que su influencia fue decisiva para la reflexión filosófica que posteriormente se realizaría. Por mi parte, descubro que el hombre está en búsqueda de un sentido a su existencia, del mundo en el que vive, del destino después de la muerte. Si realizáramos un recorrido por la grandes civilizaciones de la humanidad podríamos constatar que el hombre ha creado ritos, relatos, mitos que buscan mantener un vínculo con una divinidad, con alguien o algo que está más allá de lo meramente físico. Me resulta un dato de suma relevancia este hecho, es decir, que el hombre haya creado un modo de relación con lo divino y yendo un poco más allá, que exista un aspecto espiritual en el hombre, entendiendo como espíritu todo aquello que trasciende las funciones fisico-biológicas: lenguaje, arte, cultura y la misma religión : ¿Acaso no le bastaría al hombre satisfacer sus necesidades básicas? ¿Por qué el hombre crea cultura, por qué crea la religión? Ante este hecho la Antropología Filosófica nos lleva a reconocer que cuando se estudia al ser humano nos encontramos ante una especie animal bastante compleja que posee particularidades que ningún integrante del reino animal posee, a saber, la razón y la libertad. Y dado que la razón es uno de los rasgos característicos del ser humano considero que ésta no puede ser despreciada, rechazada ni aniquilada. Por tanto, creo que la razón puede ser compatible con la fe. En alguna ocasión leí que “toda verdadera filosofía lleva a Dios”. Desde mi experiencia, percibo que el uso exclusivo de la razón no llena el corazón del ser humano, no satisface las “ansias de eternidad que le queman las entrañas”[7]. En lo que respecta al uso de la razón para probar a Dios, pienso que sólo tiene sentido realizar dicho esfuezo cuando hay una experiencia de Dios, cuando se cree en Dios o cuando, al menos, se anhela creer en él. Si alguien no desea creer en Dios, aunque se pudiera demostrar su existencia mediante la razón, no se sigue que crea que Dios exista ni supone una adhesión. En dado caso de aceptar la existencia de Dios, podría decir: “nominalmente se que Dios existe” ¿Y? ¿Cuáles serían las consecuencias de una creencia nominal? ¿De qué te sirve saber que Dios existe si no se sigue una vinculación, una relación, una relación de amor? A nivel personal, creer en Dios tiene muchas implicaciones: creo para vincularme y religarme con mi Creador, con mi Hacedor. El saberme creado por un Dios me lleva a vivir mi vida en relación con Dios, a sentirme amado. Y dicha relación de amor, lleva a un compromiso, a una misión. Creer en Dios implica una adhesión a su proyecto, a sus quereres, a su voluntad. En este sentido la creencia en la existencia de Dios se convierte en algo vital, en algo que dota de sentido mi vida, que me lleva a una relación de amor hacia Dios, hacia mi y que me pone en relación con los demás. Con Dios mi vida cuadra y la convierto en posibilidad de humanización para mí y para los demás. A partir de una vida con Dios, entran en mi vida los pobres, los hambrientos, los sin hogar, los huérfanos. Es mediante una relación-vinculación con Dios la que hace posible un vínculo de hermandad con los demás. Ante toda esta riqueza que yo he encontrado en Dios y una religión que profeso(la católica) no puedo más que recibir con agrado los conocimientos racionales que se puedan hacer acerca de Dios. Se que la razón no colma la vida, no le da un sentido. Recordemos la sentencia de Pacal “hay cosas del corazón que la razón no entiende”. Ahora, claro está que también ha habido una decisión conciente de mi parte para querer aceptar mi religión y para interesarme en conocerla, vivirla y amarla. Ahora bien, pasemos a un segundo momento en mi caminar. Decido ingresar a una congregación religiosa. Un paso para ello es el estudio de la filosofía. Y al estar estudiando se me ofrece una gran oportunidad: la de reflexionar acerca del Dios en el que ya creo. Hasta el momento, me va resultando fascinante el hecho de poder razonar acerca de su existencia, su esencia y potencia, etc. Creo que no son excluyentes ni la fe ni la razón, sino que más bien tienen que realizar una parte del camino juntas, respetándose mutuamente pero enriqueciéndose a la vez. Ni la fe debe estar subordinada a la razón, ni viceversa. Ahora que si se trata de convencer a alguien en la existencia de Dios lo mejor será invitarlo a que tenga una experiencia de Dios, más que darle un ciento de razones que demuestren su existencia. Podemos decir que la fe y la razón son dos elementos complementarios que ayudan a “entender” (vislumbrar) a Dios, y a amarlo. Concluyo diciendo que por más que se intente demostrar la existencia de Dios, se necesita de la fe para vivir apasionadamente en una relación de amor con Dios. Para creer en Dios la mejor combinación serán la fe y la razón. BIBLIOGRAFÍA 1. GILSON, Etienne, La Filosofía en la Edad Media, Editorial Gredos, Madrid, 1952 2. Apuntes personales del curso “Filosofía Medieval” Profr. Eneyda Suñer, IFFIM, Guadalajara, 2007 [1] GILSON, Etienne, La Filosofí en la Edad Media, Editorial Gredos, Madrid, 1952, p. 157 [2] Ibíd. p. 158 [3] Ibíd. p. 253 [4] Cfr. P.301 [5] Cfr. P. 302 [6] Apuntes personales del curso “Filosofía Medieval” Profr. Eneyda Suñer, IFFIM, Guadalajara, 2007 [7] Cfr. “Si el hombre quiere saciar la sed de eternidad que le quema las entrañas, es a Cristo a quien debe dirigir sus pasos” (Juan Pablo II.)