LA AMISTAD HUMANA
(San Agustín, Libro IV)
Papablotzin
INDÍCE
I. INTRODUCCIÓN 5
II. DESARROLLO 6
III CONCLSIONES 10
Consideraciones personales. 12
BIBLIOGRAFÍA 14
ANEXO 1 HIMNO A LA ALEGRÍA 15
Amigo mío
Amigo mío,
tengo tanta necesidad de tu amistad.
Tengo sed de un compañero que respete en mí,
por encima de los litigios de la razón,
el peregrino de aquel fuego.
A veces tengo necesidad de gustar por adelantado el calor prometido,
y descansar, más allá de mí mismo,
en esa cita que será la nuestra.
Hallo la paz.
Más allá de mis palabras torpes,
más allá de los razonamientos que me pueden engañar,
tú consideras en mí, simplemente al Hombre,
tú honras en mí al embajador de creencias,
de costumbres, de amores particulares.
Si difiero de ti, lejos de menoscabarte te engrandezco.
Me interrogas como se interroga al viajero,
Yo, que como todos, experimento la necesidad de ser reconocido,
me siento puro en ti y voy hacia ti.
Tengo necesidad de ir allí donde soy puro.
Jamás han sido mis fórmulas ni mis andanzas
las que te informaron acerca de lo que soy,
sino que la aceptación de quien soy te ha hecho
necesariamente indulgente para con esas andanzas y esas fórmulas.
Te estoy agradecido porque me recibes tal como soy.
¿Qué he de hacer con un amigo que me juzga?
Si todavía combato, combatiré un poco por ti.
Tengo necesidad de ti. Tengo necesidad de ayudarte a vivir.
Antoine De Saint-Exupéry
I. INTRODUCCIÓN
En este trabajo elegí el tema de la amistad por varias razones. En primer lugar, es un tema que me ha interesado y del que he venido leyendo, desde hace tiempo, algunos libros. En segundo lugar, y que quizá sea fundamento de la primera razón, es la importancia vital que ha tenido el tema de la amistad en mi vida y las preguntas que se han suscitado en torno a ella: ¿qué es un amigo?, ¿cómo surge la amistad?, ¿cuál es el papel de un amigo?, ¿cómo ser amigo?; ¿por qué es importante tener amigos? Estas reflexiones estaban ligadas a una fuerte necesidad de compartir mi vida, de abrir mi corazón con sus afectos, sentimientos, alegrías, repulsiones, sueños y temores.
Finalmente, rescato la importancia vital de la amistad como un elemento que va siendo central en mi vida y que me va ayudando a sentirme querido, a desplegar mis afectos y potencialidades, que me descentra y me conduce a la salida y al amor al prójimo.
Iniciaré este trabajo presentando la importancia de los amigos en la vida de San Agustín, así como los motivos por los que considera valiosas a las amistades. A continuación, veremos las fuentes en las que San Agustín se inspira para forjar sus conceptos y su filosofía, principalmente a Cicerón. De este autor se abordará, de forma muy sintética, la temática de su tratado “De Amicitia”. Posteriormente relataré una experiencia que lleva a Agustín a reflexionar acerca de la amistad, de la vida, de la muerte y de Dios. Después de estas reflexiones, Agustín llegará a una reformulación del concepto de amistad buscando en Dios su fundamentación. La amistad humana, para Agustín, sólo encuentra una base firme en Dios, y es el preámbulo de la amistad divina.
II. DESARROLLO
Al leer el libro “Las Confesiones” de San Agustín, desde sus primeras páginas, me pude percatar de que Agustín fue una persona que estuvo rodeada de amigos en todas las etapas de su vida. Desde pequeño lo vemos jugando con sus amigos, luego haciendo travesuras junto con ellos, yendo a la arena o incluso cometiendo el hurto de unas peras, no por necesidad ni antojo, sino por . En sus Confesiones, se arrepiente y pide a Dios perdón por las maldades y travesuras realizadas. Posteriormente, entabla una relación muy significativa con un amigo con quien creció desde pequeño en Tagaste. Éste, al morir, deja una profunda soledad y desasosiego en su vida -esta experiencia se abordará después con más amplitud-. En etapas posteriores de su vida, entabla una relación de amistad y cariño con Ambrosio, obispo de Milán, a quien agradece que lo haya acogido con bondad y llevado al cristianismo. Otra amistad importante en la vida de San Agustín, fue Alipio, quien nació también en Tagaste y fue su discípulo. Dicha relación estuvo al inicio mediada por la mutua simpatía. En este caso, Agustín le preocupa la afición de su amigo al circo. Alipio acompañó a Agustín a Milán y probó su rectitud y honestidad en su encargo de las finanzas de Italia. Por otra parte, Nebridio fue otro amigo importante de Agustín y llegó incluso a dejar su patria para vivir con él y “compartir la ardiente pasión de la verdad y de la sabiduría. Como nosotros suspiraba y como nosotros fluctuaba, ardiente buscador de la vida feliz y escrutador infatigable de las más difíciles cuestiones” Francisco Montes de Oca (responsable de la versión de las Confesiones aquí citada) hace una anotación al respecto de Nebridio que me parece importante destacar, ya que afirma que era “un hombre serio, dotado de grandes cualidades intelectuales y de un espíritu de independencia que ni por la amistad admitía menoscabo”. Podemos ir constatando el tipo de amistades que fueron rodeando la vida de Agustín. Otra relación de vital importancia, que no podemos dejar de lado, es la que sostuvo con la madre de su hijo, Adeodato, cuyo nombre nos queda reservado y sólo sabemos que fue su compañera durante varios años en su vida. Él le profesaba un gran cariño, pero tuvo que darse una separación debido a que ella constituía un obstáculo para el matrimonio de Agustín con otra mujer. Esta separación destrozó su corazón. Ella, por su parte, decidió regresar a África y prometió no relacionarse con otro hombre. Adeodato quedó bajo la custodia de Agustín.
Sirva este breve recorrido para destacar el papel que jugaron las relaciones de amor y amistad en la vida de Agustín.
Ahora pasemos, con más detenimiento, a presentar el valor que Agustín le concedía a sus amistades. De los trece libros que conforman Las Confesiones, aborda el tema de la amistad de forma explícita en el libro cuarto. A continuación transcribo los motivos por los que Agustín gustaba de las amistades:
Lo que más me reconfortaba y reanimaba eran los consuelos de otros amigos, con quienes yo amaba lo que en lugar de ti [Dios] amaba. … Cautivaba mi ánimo: conversar y reír juntos, dispensarnos mutuamente pequeños favores, leer en común libros amenos, divertirnos unos con otros y darnos pruebas de mutua estima, discutir de cuando en cuando sin apasionamiento, como lo hace uno consigo mismo, y sazonar con este rarísimo descuerdo las múltiples ocasiones en que estábamos de acuerdo, enseñar o aprender algo unos de otros, echar de menos con nostalgia a los ausentes, acoger con alegría a los que llegaban. Con estas manifestaciones y otras semejantes, que nacen del corazón de los que mutuamente se aman, y que se expresan por el rostro, por la lengua, por los ojos y por mil otras gratísimas demostraciones que se funden como combustible las almas, y de muchas se hace una sola .
Con este texto podemos comprender que Agustín la pasaba bien en compañía de sus amigos.
Ahora, pasaremos brevemente a conocer una de las “fuentes” de las que bebió y que ejercieron una influencia notable en el pensamiento de Agustín. En este caso, me gustaría presentar a Cicerón como una fuente de inspiración que sirvió a Agustín para elaborar su concepto de amistad. Agustín se “encontró” con Cicerón al leerlo en el “Hortensius”, obra que le despertó, de forma inicial, su amor por la filosofía. Pero, si se trata del tema de la amistad, Cicerón escribió un tratado acerca de la misma que se intitula “de Amicitia”. Esta obra se ha convertido en un texto clásico e imprescindible en la historia de la humanidad, al hablar de la amistad. En él, Cicerón escribe las ideas que tiene acerca de la amistad, así como su filosofía de vida. Un hecho por el que a Agustín le llama mucho la atención Cicerón, es que éste fue un gran orador. Esta característica encontraba eco en Agustín, quien también era un retórico y enseñaba retórica. Me gustaría también destacar un hecho de la vida de Cicerón: la muerte de su hija Tulia (45 a.C.). Este hecho lo deja desconsolado, y busca en la filosofía apoyo y consuelo. Cicerón, como nos lo comenta Faustino Escurza, quien es el encargado de la traducción, introducción y notas de la versión “De amicitia” que consulté, nos indica que Cicerón redactó el tratado “Sobre la amistad” a finales del año 44 a.C, (un año antes de su muerte). Esta obra está dedicada a su entrañable amigo Tito Pompeyo Ático. Pero resulta que Cicerón no expone las ideas en primera persona, sino que escoge a un personaje para que hable por él: Cayo Lelio. El texto se da en forma de diálogo de éste último con los yernos de Escipión, Mucio Escévola y Cayo Fannio. Cicerón define a la amistad de la siguiente manera:
“La amistad no es, pues, sino la concordia (armonía) entre todas las cosas, tanto divinas como humanas, acompañada de afecto y amor”.
La amistad es valorada como el mayor bien de la existencia. Por otra parte, Cicerón considera que la amistad sólo puede darse entre los hombres buenos.
Retomo el gran dolor y desconsuelo que sintió Cicerón por la muerte de su hija, para regresar con Agustín, ya que ese mismo sentimiento de dolor por la muerte de un ser querido los une y es punto de partida para la reflexión, la filosofía y replanteamiento, incluso del sentido de la vida.
En su libro cuarto de las Confesiones, Agustín nos relata la amistad que entabló en Tagaste con “un amigo que me resultaba muy querido por la comunidad de nuestros gustos. Éramos de la misma edad y lozaneábamos ambos en la flor de la adolescencia. Conmigo había crecido siendo niño, juntos habíamos asistido a la escuela, juntos habíamos jugado” . Además, nos comparte Agustín, que él ejercía mucha influencia en su amigo. Y es aquí donde llega el momento en el que Agustín nos relata el suceso de la muerte de su amigo.
Su amigo enfermó gravemente y se hizo bautizar. La reacción de Agustín fue la burla. Sin embargo, a pesar de la fuerte influencia que ejercía Agustín en él, se horrorizó y le advirtió que si quería conservar su amistad debería dejar de expresarse en los términos en los que lo hacía . Poco tiempo después murió y así lo registra Agustín:
“y he aquí que Tú, arrebataste aquel hombre de esta vida, cuando apenas había completado conmigo un año de amistad, más suave para mí que todas las suavidades de mi vida de entonces” .
A partir de la muerte de su amigo, Agustín empieza un periodo de luto, desasosiego y tristeza. Como él mismo nos comenta “con ese dolor, se entenebreció mi corazón y no veía más que muerte” No sabía el motivo de su profunda tristeza, y no recibía respuesta alguna.
Agustín frente a la muerte de un ser tan querido, encuentra ligeramente suavizada la herida, aunque no del todo y se pregunta:
¿cómo es, pues, que de la amargura de la vida se coge un fruto suave: gemir y llorar, suspirar y quejarse? ¿Estribará, acaso, su dulzura en que esperamos ser oídos de ti? No esperaba, por supuesto, que reviviera, ni mis lágrimas pedían eso; simplemente sufría y lloraba.
Pero la crisis no terminaba. Agustín se seguía sintiendo desventurado. Empezó a reflexionar acerca de la amistad y a encontrar un sentido más pleno, en Dios:
“Desventurado era yo y desventurada es toda alma encadenada a la amistad de las cosas mortales. Desgárrase cuando las pierde y siente entonces la desventura por la que era ya desventurada desde antes de perderlas. ….. Era desventurado. Pero aún más que a aquel amigo amaba yo aquella desventurada vida… Pero había brotado en mí yo no sé qué sentimiento… se daba en mí un pesadísimo hastío de vivir y al mismo tiempo miedo de morir. Creo que cuanto más le amaba a él, tanto más aborrecía y temía a la muerte que me lo había arrebatado, como enemiga encarnizada.” .
Caía así Agustín en un intenso periodo de depresión y profunda tristeza porque para él un amigo, citando a Horacio, era “la mitad de su alma” . Recuerda también a Ovidio, quien se refería al conocido concepto de que un amigo es un alma en dos cuerpos: “Porque yo sentía que mi alma y la suya no habían sido más que una sola alma en dos cuerpos ”.
Así, a Agustín le causaba horror la vida. No quería vivir con la mitad. Y sigue expresando su temor a la muerte.
En el capítulo VII de sus Confesiones, Agustín busca aliviar su dolor, porque su corazón aún sigue desgarrado y sangrante. Escuchémoslo en su sentir:
Llevaba a cuestas, rota y sangrante, a mi alma, que no soportaba ser llevada por mí y no hallaba dónde ponerla. Ni en el encanto de los bosques, ni en los juegos y canciones, ni en los parajes de suave olor, ni el los festines rebuscados, ni en los deleites de la alcoba y del lecho, ni siquiera en los libros y en la poesía encontraba descanso mi alma. Todo, hasta la misma luz, me causaba horror, y todo cuanto no era lo que él era, resultaba insoportable y odioso, salvo el gemir y el llorar; que sólo en esto hallaba algún ligero reposo .
Otra constatación importante que realiza Agustín es la finitud de todas las cosas. Se le hace evidente el ciclo vital de cosas y seres… nacer, crecer y morir, o dicho de otro modo:
“todas las cosas nacen, y mueren, naciendo como que comienzan a ser, y crecen para perfeccionarse y ya perfectas envejecen y mueren. No todas envejecen pero todas mueren” . Descubre así la finitud de las cosas y la inestabilidad de las criaturas. Se da cuenta también las implicaciones que tiene el hecho de amar a alguien como si no fuera a morir. Y dado el fuerte impacto que le causó a Agustín la muerte de su amigo, no puede dejar de reflexionar, de seguir pensando y meditando:
“¿Por qué había penetrado tan fácilmente en lo más íntimo de mi ser aquel dolor? ¿Por qué, sino porque había derramado mi alma en la arena, amando a quien había de morir, como si no hubiese de morir ?
Así, después de un periodo de mucho sufrimiento, dolor y reflexión, llega a decir que la verdadera amistad sólo se puede dar en el Señor [Dios]. Es aquí y sólo aquí, cuando Agustín empieza a afrontar su dolor y a entender lo que le pasaba. Esta larga y dolorosa experiencia le sirve para llegar a Dios. Afirma así, que la verdadera amistad sólo es tal, en la medida en la que está cimentada en Dios, ya que el vínculo que une la amistad es la caridad, que se derrama en los corazones por medio del Espíritu Santo que cada quien ha recibido .
Agustín ve con más claridad y comprende el porqué de un dolor tan grande cuando un amigo muere. Exclama con gozo y humildad:
“Si te agradan los cuerpos, alaba a Dios por ellos y devuelve tu amor a su artífice, no que sea que, en las cosas que te agradan, le desagrades tú. Si te agradan las almas, en Dios sean amadas, que también ellas están sujetas a cambios y, fijas en él es como se hacen estables; de otro modo pasarían y perecerían. Sean pues, en Él amadas. Arrebata contigo hacia él cuantas puedas y diles: “A éste amemos. Él es quien hizo éstas cosas y no está lejos. … Sed estables con él y seréis estables, descansad en él y estaréis descansados…De él viene lo que amáis. ¿De qué os sirve seguir caminando por caminos difíciles y trabajosos? No está el descanso donde lo buscáis. Buscad lo que buscáis, pero no está donde los buscáis. Buscáis la vida feliz en la región de la muerte. No está allí. ¿Cómo va a haber vida feliz, donde ni siquiera hay vida ?”
Agustín propone como cimiento de toda amistad a Dios, ya que en él y por él persiste toda amistad. Y concluye su libro cuarto con una bella oración y acción de gracias a Dios, quien es el único en el que se encuentra la paz y la felicidad:
“Bienaventurado el que te ama a tí [Dios] y al amigo en tí y al enemigo por tí. Porque sólo aquél no perderá ningún ser querido, por quien son queridos todos en aquél que no se puede perder. Y ¿quién es éste sino nuestro Dios, el Dios que ha hecho el cielo y la tierra y que los llena, porque llenándolos los creó? A ti nadie te pierde sino el que te abandona. Y, pues que te abandona, ¿adónde va o adónde huye, sino de ti manso a ti airado? Porque ¿dónde no encuentra él tu ley en su castigo? Y tu ley es la verdad y la verdad eres tú” .
Finalizaré haciendo una síntesis del camino que ha recorrido Agustín. Él valora y disfruta la amistad humana como un elemento imprescindible en su vida. Tras haber sufrido la muerte de un entrañable amigo y descubrir la finitud de los seres, Agustín redimensiona y reelabora el concepto de amistad que tenía: pone a Dios como su centro, su base, su raíz. Adquiere así la amistad, fuerza y trascendencia, aún más allá de la muerte. De esto modo, la amistad humana se convierte en camino cuyo inevitable destino es Dios mismo.
III CONCLUSIONES
1. En un principio, Agustín cifró todas sus esperazas y alegrías en una amistad humana, al acabarse ésta por la muerte, atraviesa por una prolongada etapa de tristeza y dolor. Fue como una herida que no sanó con prontitud. Tan grande fue el pesar por la muerte de su amigo, que inició serias reflexiones acerca de la vida, de la muerte, de la amistad. Poco a poco, se va gestando en él un cambio en su forma de ver y entender la vida y empieza a descubrir la finitud de las cosas y de las personas. Así, tras haber pasado por un largo periodo de crisis, llega a la conclusión, que la amistad y la fidelidad son sólo posibles en Dios. De esta forma Agustín, tomando a los grandes clásicos, elabora su concepto de amistad propio. De la amistad humana, Agustín arriba a la amistad divina.
Agustín, en sus Confesiones, nos relata que en un determinado momento de su vida pensó, con otros amigos, en:
“un proyecto de vida tranquila, con bienes comunes y un patrimonio único. Se pensaba en un grupo de diez hombres en una vida común. Dos del grupo se encargarían durante dos años por velar por lo necesario, quedando despreocupados los demás. Las esposas de algunos (“mujercitas”) se opusieron e hicieron añicos el proyecto ”
Ahí podemos encontrar los primeros esbozos de lo más tarde llevaría a la fundación de comunidades religiosas (agustinos).
Debido a la naturaleza “amiguera” de Agustín, al fundar comunidades religiosas, éste privilegió la amistad en la vida del religioso. Él enseñaba a los monjes que estuvieran abiertos a la posibilidad de entablar una amistad con todos los demás monjes, sin que fuera una obligación aceptar a todos de forma inmediata como amigos. Por otra parte, comenta que es harto difícil que lleguemos a penetrar lo más íntimo del otro, pero sólo es posible que el otro me conozca mediante la amistad . Se desprende así la intrínseca relación entre tener amigos y abrir el corazón al otro. Recuerdo ahora una frase de Ralph Waldo Emmerson, quien establece que “el único modo de tener un amigo, es ser amigo”.
Recuerdo ahora una pregunta que planté al inicio de este trabajo: ¿cuándo puedo llamar a alguien amigo? Cuando le hacían la misma pregunta a Agustín, él respondía que “podemos considerar a otro como amigo, si nos atrevemos a abrirle todo nuestro interior”. A su vez, confiesa la gran importancia que tuvieron los amigos para él durante toda su vida así como en la vida monástica:
"Confieso que me arrojo confiado enteramente en el amor de mis más íntimos amigos, especialmente cuando me veo agobiado por los escándalos del mundo, y encuentro descanso en ese amor, libre de angustia. Esto es así porque tengo la sensación de que Dios, en cuyos brazos me arrojo sin temor, y en quien hallo seguro reposo, está presente allí. Con tal seguridad no temo la incertidumbre del mañana y de la flaqueza humana. Cuantas ideas y pensamientos confío a una persona llena de caridad cristiana, y que ha llegado a ser una fiel amistad, no los confío a un ser humano, sino a Dios, en quien esta persona habita, y que la hizo una fiel amiga"
Agustín ubica, a fin de cuentas, a la amistad humana como algo divino, como un camino hacia Dios. La amistad también se convierte así en un don de Dios. En este punto, considero que coinciden varios autores: “la amistad es un don de Dios”, entre ellos, al autor que acabo de citar, Ralph Waldo Emmerson (“mis amigos han venido a mí sin buscarlos. Me los dio el gran Dios”).
Agustín es punto de referencia obligado en toda historia de la filosofía, así como en la historia de la Iglesia. Sus ideas tuvieron, y tienen –a través de distintos autores, ideologías e imaginarios colectivos- aún una gran influencia en nuestros días. En su tiempo, las ideas de Agustín tuvieron una gran influencia en Inglaterra y el Norte de Francia. La amistad en la vida religiosa fue un valor muy difundido y promovido. Este hecho se explica gracias a la importancia que Agustín le concedió y a la gran influencia que ejerció su pensamiento en la vida religiosa, por ejemplo, en Cluny. También existen varios autores medievales que retoman su pensamiento y sus ideas acerca de la amistad, como Pedro el Venerable, Bernardo de Claraval, Elredo de Rieval y Pedro Celle. Esta forma de pensar respecto a la amistad fue válida hasta el siglo XV, cuando inicia la idea de que la amistad dentro de la vida religiosa “quebrantaba la integridad de vida en la comunidad religiosa” .
Consideraciones personales.
Al igual que San Agustín, en mi andar por la vida el concepto de amistad que tenía ha ido transformándose, evolucionando. En ocasiones ha sido gracias a una reflexión teórica, podría decir que hasta ideal que incluía las siguiente preguntas: ¿quién es un amigo?, ¿cómo se comporta un buen amigo?, ¿cuándo puedo llamar a alguien amigo?, ¿tengo amigos? Pero la mayoría de las veces, la misma realidad es la que me ha llevado a realizar esos ajustes a mis conceptos. Es la vida, y Dios, quienes me han ido enseñando qué es la amistad. Dichas constataciones acerca de la amistad van mucho más allá de mis elucubraciones mentales.
Poco a poco, he ido descubriendo que un amigo es un regalo de Dios. De repente, sin saber exactamente cómo, descubro que existe alguien junto a mí, hacia quien experimento simpatía y cariño. Alguien hacia quien siento confianza y con quien puedo compartir lo más profundo de mi ser: mis miedos, preocupaciones, debilidades, sueños. En esa relación me percato también de que la simpatía y el cariño son mutuos, es decir, una amistad es “cosa de dos”. Una amistad empieza así a germinar y llega a mantenerse a través del tiempo y la distancia ¿Por qué antes no había llegado esa persona? ¿Por qué se dio esa gran afinidad y empatía mutua? Recordando a Ralph Waldo Emmerson puedo decir “mis amigos han venido a mí sin buscarlos. Me los dio el gran Dios”.
Otro punto que me parece relevante destacar es que el hecho de contar con un amigo, en vez de encerrarte en una relación exclusiva, se convierte en posibilidad y peldaño para recibir y acoger a otros amigos. Al respecto, David Grayson nos comenta lo siguiente:
“Es milagroso cómo aumenta, con cultivarla, la capacidad para la amistad. Una vez yo tenía apenas sitio en mi corazón para un solo amigo. Es fenómeno digno de que mediten en él los descreídos, porque en la tierra sucede que cuando el corazón del hombre se abre realmente a un amigo, encuentra en él sitio para dos. Y cuando admite al segundo, he aquí que los cielos se elevan y la tierra se ensancha, y halla sitio para dos más ”.
Cuando leía este pasaje, con alegría constataba la veracidad del mismo. Y lo hacía ya no considerándolo como una idea abstracta, sino desde mi vida, desde las personas que Dios ha puesto en mi camino, y con quienes he entablado un vínculo de amistad. Al tener un amigo, el corazón se dispone, se prepara, se capacita y se ensancha para recibir a otro más.
Para Agustín, una amistad verdadera encuentra su fundamento en Dios. Es en él solamente en quien puede descansar, continuar y trascender la amistad. De esta forma, al tener toda amistad su fundamento en Dios, se convierte en puente hacia Dios. A esta conclusión llega Agustín después de vivir una gran crisis por haber puesto toda su esperanza y su confianza en un ser humano, falible y frágil a fin de cuentas; por amar a una persona como si fuera a ser eterna. De esta forma, teniendo un garante fidedigno de la amistad, que es Dios, más allá de la fragilidad humana, se pueden enfrentar los conflictos, las diferencias, la distancia y se hace posible un amor que es capaz de acoger, perdonar, unir y trascender el tiempo y la distancia. Por otra parte, ¿qué cosa mejor se le puede desear a un amigo que la cercanía y amistad con Dios?
Si dos personas que son amigas tienen como centro de su vida a Dios, se encuentran en una verdadera comunión a pesar de estar a muchos kilómetros de distancia uno del otro. Me atrevo a decir que este hecho se da porque en el fondo existe un mismo amor, y los sueños de un mundo según los designios del Señor: un mundo de paz amor y justicia, son comunes.
Para concluir, me gustaría mencionar el papel de la amistad en la Vida Religiosa. Debe ser la amistad humana un fruto en nuestra vida, que transparente y haga creíble a los hombres el amor de Dios. Que mediante nuestro testimonio de vida, remitamos a Dios y hagamos apetecible una vida en común, al servicio de Dios entregada a favor de los demás. Necesitamos amigos en la vida religiosa que nos acompañen, alienten y levanten cuando caigamos.
Finalmente, no puedo dejar de hacer referencia a la amistad con Dios. No concibo a un hombre religioso sin una profunda experiencia de amistad con Dios. Jesús, se revela como el Amigo por antonomasia , y es él quien nos ha llamado, con amor de amigo, para “ser pescadores de hombres” y seguirlo en un camino de consagración y entrega de la vida para construir un mundo mejor. Recuerdo las palabras de Karl Rahner quien decía que el cristiano del siglo XXI, “será un místico o no será”. Considero con Rahner que el cristiano, o el religioso, para serlo de verdad, deberá experimentar íntimamente en su vida al Dios amigo y establecer con él una relación de amor y de pertenencia profunda. Sólo así, bebiendo de la fuente del amor de Dios, podrá dar a los demás a Dios. Sentir el gran amor y amistad del buen Padre hacia mí, será condición indispensable para una entrega generosa, también será “descanso en la fatiga y brisa en el ardiente estío”. El amor de Dios, se convierte en impulso para vivir apasionados por Dios y apasionados por la humanidad, buscando unirnos en un sentimiento de alegría universal, para así poder cantar y realizar el gran sueño que expresa Schiller en su Himno a la Alegría, y que musicaliza e inmoraliza Beethoven en su novena sinfonía: “que todos los hombres seamos hermanos, intuyendo al Creador, buscando a través de la bóveda celeste al Padre bondadoso, cuya morada está más allá de las estrellas” (ver anexo).
BIBLIOGRAFÍA
G, REALE, D. ANTISERI, Historia del pensamiento filosófico y científico, Herder, vol. I, España, 2004
SAN AGUSTÍN, Confesiones, Editorial Porrúa, México, 1999
NOVO, Salvador, Joyas de la amistad, engarzadas en una antología, Editorial Porrúa, México, 2004
VÁZQUEZ, Andrés, Estudio sobre la amistad, Rialp, Madrid, 1956
CICERÓN, M.T, De Amicitia, José J. de Olañeta, Barcelona, 2003.
Amistad y vida común, Amor mutuo, [en línea] en http://oala.villanova.edu/agustin/amistad.html consultado en noviembre 20, 2007.
ANEXO 1
HIMNO A LA ALEGRÍA
Alegría, hermosa chispa de los Dioses
Hija del Elíseo,
Entramos, extasiados en fuego,
Celestialmente, a tu santuario.
Tu poderosa magia reúne
Lo que la espada del destino había separado.
Los Miserables se vuelven Príncipes, hermanos
Donde se posa tu ala suave.
¡Abrácense, Millones!
¡Este beso al mundo entero!
Hermanos, mas allá de la bóveda estrellada
Un padre amoroso debe de morar.
Cualquiera que halla tenido la gran fortuna
De ser el amigo de un amigo
Cualquiera que halla ganado una noble esposa
¡Una su Júbilo al nuestro!.
Verdaderamente, quienquiera que pueda llamar un alma
¡Suya en esta Tierra!
Y cualquiera que nunca pudo hacerlo que se arrastre
Llorando lejos de éste círculo.
Aquellos que moran en el gran círculo,
¡Den homenaje a la Simpatía!
Ésta conduce hacia las estrellas,
Donde el Desconocido Reina.
Alegría todas las criaturas beben
En el seno de la Naturaleza;
Todos, Justos e Injustos,
Siguen su camino de pétalos de rosa.
Besos ella nos da, y Vino,
Un amigo, probado hasta la muerte,
Placer fue dado (aún) al gusano,
Y al Querubín estar ante Dios.
¿Cayeron de la rama, millones?
¿Vislumbras a tu Creador, mundo?
Búscalo más allá de la bóveda estrellada.
Más allá de las estrellas Él debe vivir.
La Alegría es llamada la gran motivación
En la naturaleza Eterna.
Alegría, Alegría mueve los engranes
En la máquina universal del tiempo.
A las flores las llama a salir de sus botones,
Soles del Firmamento,
Esferas se mueven lejos en el Espacio,
Donde nuestros telescopios no pueden llegar.
Alegremente, como sus soles están volando,
A través del espléndido diseño del Firmamento,
Corred, Hermanos, corred vuestro camino,
Alegres, como un héroe hacia la conquista.
Como la fiera reflexión de la verdad
Sonríe al científico.
A la pradera escarpada de la virtud
Que conduce al sufrimiento.
Sobre la altiva cumbre de la fe.
Se vislumbra su bandera en el viento,
A través de las grietas de los sarcófagos,
Se percibe posarse sobre el coro de los Ángeles.
¡Tolerad valientemente, millones!
¡Soportad para un mundo mejor!
Más allá de la bóveda estrellada
Un gran Dios os recompensará.
Dioses que no pueden nunca resarcir,
Es bello, pensar, en ser como ellos.
Dolor y pobreza, vuelven atrás
Y se regocijan con aquellos alegres.
Ira y venganza sean olvidadas,
Nuestro enemigo mortal sea redimido,
Ninguna lágrima se derrame más,
Ningún sentimiento de remordimiento os deberá aquejad.
¡La cuenta de nuestras fechorías será destruida!
¡Reconciliado sea el Mundo entero!
Hermanos, más allá de la bóveda estrellada,
Dios juzga como juzgamos.
La alegría borbotea en los vasos,
A través de la dorada sangre de las uvas,
Los inhumanos beben fraternidad,
Y la desesperación toma coraje
Hermanos, vuelen de sus asientos,
Cuando todo el licor se está esparciendo
Dejando que la espuma escurra hasta el cielo:
Este vaso al buen espíritu.
Aquel a quien adoran los racimos de estrellas,
Aquel a quien los himnos de los Serafines alaban,
Este vaso, a él, el buen espíritu,
¡Más allá de la bóveda estrellada!
Determinación y bravura para el gran sufrimiento,
Ayudad ahí, donde el inocente llora
Nuestro juramento durará eternamente
La verdad para con el amigo y el enemigo,
El honor de los hombres antes de los tronos de los Reyes
Hermanos, aún si eso significa nuestra Vida y Sangre
Demos las coronas a aquellos que las merecen.
¡Derrotemos al paquete de mentirosos!
Cerrad estrechamente el círculo bendito,
Jurado por este vino dorado:
Para mantener la certeza del Juramento,
¡Jurado por el Juez más allá de las estrellas!
Declamado de las cadenas del tirano,
Generosidad también hacia el villano,
Esperanza en los lechos mortales,
¡Misericordia del Juicio Final!
¡También el muerto deberá vivir!
Hermanos, bebed y replicad,
Todos los pecadores serán absueltos,
Y ya no existirá más el infierno.
¡Una hora serena de despedida!
¡Dulce descanso en el Mare mágnum!
Hermanos, un dócil veredicto
¡De la boca del Juicio Final!
En este espacio me gustaría compartir el gusto y el amor que ha despertado la filosofía en mí... Aquí encontrarás algunos trabajos que tratan, de manera sencilla, algunos temas de filosofía.... Aristóteles, Platón, El Estado, la Justicia, la amistad, el hombre. Añado ahora algunas de mis reflexiones y trabajos de Teología. Juntas, filosofía y teología caminan para llegar a Dios.