Críticas y retos de la postmodernidad al cristianismo
José María Mardones realiza un estudio acerca de la postmodernidad y el cristianismo. Su objetivo es invitar a pensar los desafíos y retos así como las oportunidades que la postmodernidad le plantea a éste último. Para ello inicia explicando qué se puede entender por “postmodernidad” tanto en el ámbito filosófico como en el social. A continuación, el autor analiza el impacto del talante postmoderno en el cristianismo y analiza los retos, las advertencias, las posibilidades y los riesgos que dicho talante le presentan al cristianismo. Ese mismo será el orden del presente trabajo.
Resulta difícil hablar acerca de lo que sea la postmodernidad. En general se trata de “un empeño, en el que hay que tantear en la rugosidad del presente a la busca de los rasgos configuradores de la época y en el que, a menudo hay que aventurarse a nombrar lo que está naciendo y para lo que carecemos de hábito y hasta de palabras”. La postmodernidad de los intelectuales expresa un talante o estilo de pensamiento desencantado ante la razón y a los grandes conceptos relacionados con ella. La postmodernidad se presenta como una crítica al proyecto moderno. Éste expresa una frustración ante unas promesas que pretendían hacer de la sociedad moderna la sociedad verdaderamente justa, libre, de hombres racionales e incluso felices. El desencanto vino cuando las promesas se vieron incumplidas e incluso mostraron las consecuencias nefastas del uso que hizo el hombre de la razón, la ciencia, la técnica y la industrialización, hasta llegar a utilizarla en contra del propio hombre. Un monumento a la irracionalidad de la razón es Auschwitz.
Revisaremos ahora algunos de esos rasgos que colorean el talante de la época postmoderna. En primer lugar, se desconfía de la razón y de su capacidad para proporcionar fundamentos a la visión del hombre, de la realidad, del mundo. Además, se deja de creer en los grandes relatos que habían dado sentido a la historia y legitimaban proyectos políticos, sociales y económicos como el de la modernidad. Por otra parte, se considera que los grandes relatos emancipadores de la modernidad han sido y son muy peligrosos, ya que albergan la coerción, la uniformidad y el totalitarismo. Finalmente, otra nota característica es la increencia en el proyecto de la modernidad en cuanto estilo de pensamiento y su correspondiente estilo de vida desarrollista, competitiva y funcionalista. Pero no todo es negativo, algunos pensadores postmodernos ven en esta situación nuevas posibilidades como: una nueva concepción de la razón y la racionalidad pluralista y fruitivo-inaugural, la comprensión de la vida humana donde la racionalidad (objetivante y lógica) no sea lo central y único; descubren la riqueza y heterogeneidad de la vida, irreductible a un universalismo; es la ocasión para que el hombre sea autónomo y determine su historia y su vida; provee una posibilidad de vivir estéticamente. Entre las raíces sociales del desencanto frente a la modernidad podemos mencionar un mundo que pone en el centro lo económico, un mundo crecientemente burocratizado y un mundo de cosmovisiones fragmentadas.
Una vez que tenemos una noción general de la postmodernidad como expresión del malestar de la sociedad y culturas modernas y la búsqueda de un nuevo estilo de vida, podremos ver las críticas y los retos que la postmodernidad le presenta al cristianismo: en contra de una razón poseedora de un saber fuerte, se coloca al cristianismo frente al pluralismo, al fragmento y a la diferencia. Un reto muy importante que plantea la postmodernidad es que no ve trágicamente la existencia sin un Absoluto, razón por la cual la Iglesia no podrá proponer una teoría fuerte sobre Dios y mucho menos posturas como la que postula que “fuera de la Iglesia católica no hay salvación”. Se tendrá que atender a las imágenes de Dios que se esconden y que llegan a convertirse en ídolos o antropomorfismos, aún después de que el creyente haya experimentado la oscura presencia del Absoluto y se haya atrevido a darle un nombre. Dios no es ni será las representaciones que nos hagamos de él. Este silencio o misterio invita al respeto silente, orante frente a Dios. Si afirmamos algo de Dios, será un “pensamiento débil”. Esta actitud favorece la posibilidad de abrirse a Dios, pues existe un desencanto hacia la razón moderna. Otro riesgo que presenta la postmodernidad al cristianismo es la relatividad que pudiera llegar a afirmar: “todo se vale”. Un segundo aspecto es el primado de la experiencia. Esto quiere decir que el creyente tendrá que asentar el primado de la experiencia en el acercamiento a Dios. El acceso a Dios, será más difícil plantearlo desde la razón objetivante, desde una explicación o mediante una cátedra. Facilitará hacerlo mediante otras vías menos objetivantes del misterio. Esto se da porque la razón no agota planteamientos últimos de la realidad, de la vida. Esta apertura radical se opone al reduccionismo productivo y funcional. El misterio que nos circunda se experimenta antes de ser razonado y se contempla antes de ser manipulado. Sin embargo, el gozo que la experiencia frente al misterio puede suscitar, lleva implícito un riesgo que sería el consumo frívolo de sensaciones, la religión a la carta, la idolatría.
Los retos o desafíos hacia el cristianismo son principalmente tres. El primero será la demanda de no fungir como ideología legitimadora de la modernidad (capitalismo), aunque sea de forma indirecta. El segundo será mantenerse con una actitud plural, sin absolutizar o “eurocentrizar” el mensaje del Evangelio. (Cristianismo universal vs versión a otras culturas). Un tercer desafío será realizar el cristianismo de los pobres. El reto está en que la postmodernidad resuena muy poco con este proyecto, pues en sus entrañas yace el consumismo, la evasión, la falta de compromiso, el centramiento en el yo.
Frente a estos retos que la postmodernidad presenta al cristianismo considero que, en primer lugar, es necesario hacer el esfuerzo por entender lo que está pasando a nuestro alrededor.
José María Mardones realiza un estudio acerca de la postmodernidad y el cristianismo. Su objetivo es invitar a pensar los desafíos y retos así como las oportunidades que la postmodernidad le plantea a éste último. Para ello inicia explicando qué se puede entender por “postmodernidad” tanto en el ámbito filosófico como en el social. A continuación, el autor analiza el impacto del talante postmoderno en el cristianismo y analiza los retos, las advertencias, las posibilidades y los riesgos que dicho talante le presentan al cristianismo. Ese mismo será el orden del presente trabajo.
Resulta difícil hablar acerca de lo que sea la postmodernidad. En general se trata de “un empeño, en el que hay que tantear en la rugosidad del presente a la busca de los rasgos configuradores de la época y en el que, a menudo hay que aventurarse a nombrar lo que está naciendo y para lo que carecemos de hábito y hasta de palabras”. La postmodernidad de los intelectuales expresa un talante o estilo de pensamiento desencantado ante la razón y a los grandes conceptos relacionados con ella. La postmodernidad se presenta como una crítica al proyecto moderno. Éste expresa una frustración ante unas promesas que pretendían hacer de la sociedad moderna la sociedad verdaderamente justa, libre, de hombres racionales e incluso felices. El desencanto vino cuando las promesas se vieron incumplidas e incluso mostraron las consecuencias nefastas del uso que hizo el hombre de la razón, la ciencia, la técnica y la industrialización, hasta llegar a utilizarla en contra del propio hombre. Un monumento a la irracionalidad de la razón es Auschwitz.
Revisaremos ahora algunos de esos rasgos que colorean el talante de la época postmoderna. En primer lugar, se desconfía de la razón y de su capacidad para proporcionar fundamentos a la visión del hombre, de la realidad, del mundo. Además, se deja de creer en los grandes relatos que habían dado sentido a la historia y legitimaban proyectos políticos, sociales y económicos como el de la modernidad. Por otra parte, se considera que los grandes relatos emancipadores de la modernidad han sido y son muy peligrosos, ya que albergan la coerción, la uniformidad y el totalitarismo. Finalmente, otra nota característica es la increencia en el proyecto de la modernidad en cuanto estilo de pensamiento y su correspondiente estilo de vida desarrollista, competitiva y funcionalista. Pero no todo es negativo, algunos pensadores postmodernos ven en esta situación nuevas posibilidades como: una nueva concepción de la razón y la racionalidad pluralista y fruitivo-inaugural, la comprensión de la vida humana donde la racionalidad (objetivante y lógica) no sea lo central y único; descubren la riqueza y heterogeneidad de la vida, irreductible a un universalismo; es la ocasión para que el hombre sea autónomo y determine su historia y su vida; provee una posibilidad de vivir estéticamente. Entre las raíces sociales del desencanto frente a la modernidad podemos mencionar un mundo que pone en el centro lo económico, un mundo crecientemente burocratizado y un mundo de cosmovisiones fragmentadas.
Una vez que tenemos una noción general de la postmodernidad como expresión del malestar de la sociedad y culturas modernas y la búsqueda de un nuevo estilo de vida, podremos ver las críticas y los retos que la postmodernidad le presenta al cristianismo: en contra de una razón poseedora de un saber fuerte, se coloca al cristianismo frente al pluralismo, al fragmento y a la diferencia. Un reto muy importante que plantea la postmodernidad es que no ve trágicamente la existencia sin un Absoluto, razón por la cual la Iglesia no podrá proponer una teoría fuerte sobre Dios y mucho menos posturas como la que postula que “fuera de la Iglesia católica no hay salvación”. Se tendrá que atender a las imágenes de Dios que se esconden y que llegan a convertirse en ídolos o antropomorfismos, aún después de que el creyente haya experimentado la oscura presencia del Absoluto y se haya atrevido a darle un nombre. Dios no es ni será las representaciones que nos hagamos de él. Este silencio o misterio invita al respeto silente, orante frente a Dios. Si afirmamos algo de Dios, será un “pensamiento débil”. Esta actitud favorece la posibilidad de abrirse a Dios, pues existe un desencanto hacia la razón moderna. Otro riesgo que presenta la postmodernidad al cristianismo es la relatividad que pudiera llegar a afirmar: “todo se vale”. Un segundo aspecto es el primado de la experiencia. Esto quiere decir que el creyente tendrá que asentar el primado de la experiencia en el acercamiento a Dios. El acceso a Dios, será más difícil plantearlo desde la razón objetivante, desde una explicación o mediante una cátedra. Facilitará hacerlo mediante otras vías menos objetivantes del misterio. Esto se da porque la razón no agota planteamientos últimos de la realidad, de la vida. Esta apertura radical se opone al reduccionismo productivo y funcional. El misterio que nos circunda se experimenta antes de ser razonado y se contempla antes de ser manipulado. Sin embargo, el gozo que la experiencia frente al misterio puede suscitar, lleva implícito un riesgo que sería el consumo frívolo de sensaciones, la religión a la carta, la idolatría.
Los retos o desafíos hacia el cristianismo son principalmente tres. El primero será la demanda de no fungir como ideología legitimadora de la modernidad (capitalismo), aunque sea de forma indirecta. El segundo será mantenerse con una actitud plural, sin absolutizar o “eurocentrizar” el mensaje del Evangelio. (Cristianismo universal vs versión a otras culturas). Un tercer desafío será realizar el cristianismo de los pobres. El reto está en que la postmodernidad resuena muy poco con este proyecto, pues en sus entrañas yace el consumismo, la evasión, la falta de compromiso, el centramiento en el yo.
Frente a estos retos que la postmodernidad presenta al cristianismo considero que, en primer lugar, es necesario hacer el esfuerzo por entender lo que está pasando a nuestro alrededor.
Como comenta Mardones, aprender a nombrar; atreverse a pensar lo que está sucediendo. Sin esta comprensión, como lo hace la postmodernidad, sería vano iniciar por ejemplo una evangelización con una “teología fuerte”. Por el contrario, si podemos escuchar los clamores de este desencanto frente a la modernidad, este malestar de la cultura, se podrá empezar un diálogo que pueda dar voz a lo que es diferente a lo propio y si en verdad se valora al otro sin pretensiones “cristianistas”, se generará un proceso de enriquecimiento mutuo. Iniciarnos en el diálogo y lo plural no es sencillo, pero al menos debemos intentarlo. De lo contrario el futuro es predecible: un pequeño grupo de creyentes que absolutizan sus creencias y excluyen a los otros excluyéndose. Otra posibilidad que abre la postmodernidad es la conciencia de la limitación de la razón. Este hecho abre horizontes de fundamentación del sentido de la vida desde otra perspectiva. Otro hecho que interpela y que requiere respuesta es la pobreza de miles de seres humanos cuya miseria grita al cielo, y en quienes también podemos encontrar una manifestación oculta de Dios y la invitación a servirlos.
By papablotzin.
Bibliografía
MARDONES, José María, El desafío de la posmodernidad al cristianismo, Sal Terrae, España, 1988.
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Bibliografía
MARDONES, José María, El desafío de la posmodernidad al cristianismo, Sal Terrae, España, 1988.
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