miércoles, 10 de diciembre de 2008

Un acercamiento al hinduismo

En un mundo con múltiples cosmovisiones, pareciera imposible el diálogo y la mutua comprensión. Y esta afirmación lo es aún más cierta si hablamos de política y de religión.
Sin embargo, emprender un acercamiento a otras religiones resulta necesario, pues si estamos abiertos a escuchar a otros, podremos encontrar puntos de encuentro que nos lleven a una comprensión y a un respeto mutuo. El acercamiento a otra religión con otros símbolos, otros mitos, otro modo de razonar, de orar, de vivir, otros conceptos e incluso otras deidades nos lanza a la reflexión y a la confrontación. ¿Quién es dios? ¿Cómo es dios? ¿Qué hay en el ser humano que busca algo más allá de la mera materialidad del mundo? ¿Por qué hay diversas religiones y tan antiguas? A fin de cuentas estas preguntas nos lleva a confrontarnos con nuestra propia experiencia:¿por qué creo en dios, para qué creo en dios, a qué compromisos me lleva mi religión? ¿mi religión me libera y me hace liberar a otros? ¿podría vivir sin religión? ¿hago una religión a mi tamaño?
Sin embargo, todas estas preguntas tan sólo nos sirven de introducción al tema en cuestión, y se lanzan al lector como una interpelación para ser pensadas, meditadas vividas. En este trabajo se realizará un estudio del hinduismo y se estudiará la posible similitud o diferencia con el cristianismo.
El origen de la religión de la India tiene miles de años. Unos de sus antecedentes fue el asentamiento realizado entre los años 3000 y 1500 a.C. a orillas del río Ganges. Existía una divinidad masculina representada con tres rostros y rodeada con animales. Sería la representación posterior de Siva. Existía el sacrificio como modo de conseguir la actitud misericordiosa de la divinidad y favorecer la unión en la comunidad. Esa comunidad se extinguió en el siglo XVIII a.C. debido a cambios climáticos.

En la conformación de las creencias hindúes tuvieron influencia el pensamiento griego. Especialmente el orfismo y Pitágoras. Además, los arios invadieron el país e introdujeron su religión. Daban culto a dioses como el fuego, la luna o el sol. Los arios introdujeron el sistema de castas que permanece hasta hoy. Es así como se conformó el hinduismo clásico o histórico. (400aC-500dC.).

Ahora mencionaremos los libros sagrados de los hindúes, mismos que recibieron el nombre de “vedas”, que quiere decir, conocimiento de lo sagrado. Son muy antiguos y contienen revelaciones transmitidas por los videntes. Se cree que los dioses siguen comunicándose con los hombres especialmente en tiempos decadencia de la tradición. Los cuatro libros, los cuales sirvieron para codificar el saber religioso de los orígenes y cuya comprensión es limitada a unos cuantos y cuya actualidad ahora es poca, son los siguientes:
Rigveda: veda de las estrofas s el más antiguo. Contiene más de mil himnos dirigidos a diversas divinidades.
Samaveda o veda de las melodías. Es una especie de libro de cantos a partir del Rigveda.
Yajurvdea o veda de las formulas de los sacrificios. Se fija más en estos que en los dioses a quienes van dirigidos.
Atarvaveda recoge el saber de los Atharvanes, magos sacerdotes. Contiene fórmulas mágicas y conjuros.

De los vedas surgen otras obras religiosas como los “Puranas”, poemas alegóricos que comentan el origen del mundo y la transmigración de las almas. Por otra parte, en las “Brahamanas” (100 a.C.) se dan normas y explicaciones sobre ritos y sacrificios que contiene también leyendas en prosa . Los “Sutras” himnos que glosan normas para la vida del creyente. Otro grupo importante de libros se compuso entre 800- 400 de nuestra era: “Los UPANISHADS”, representan el Vedanta, el final del Veda y su finalidad era ayudar a comprender el sentido profundo de los complicados ritos védicos. Insisten en el conocimiento y el saber como caminos de liberación. Partiendo del conocimiento del atman, invitan a llegar hasta el Brahman, que es el espíritu absoluto, el alma universal. También existen poemas épicos como el Mahabbharta y el Ramayana, que cuentan la historia original del Dios Crisna, la octava encarnación de Visnu.

Los hindúes tienen fe en la eficacia inmediata de la palabra sagrada. Por ejemplo, los mantras: poseen según los hindúes una fuerza creadora peculiar en virtud de su origen sobrehumano. Al pronunciarlos, debido a su fuerza espiritual que tienen, favorecen la liberación. Sin embargo, no es un mero repetir por repetir, sino que la repetición sentida y sincera constituye el medio más seguro. Esta práctica no pretende milagros, sino la obtención de la paz inefable.

Pero, ¿cómo es el Dios hindú? Es omnipresente y multiforme y esto es fruto de un intento por comprender la esencia de Dios y su relación con el mundo. Se dice que el hinduismo tiene treinta mil dioses, pero esto es debido a que venera todo lo que nos rodea: árboles, montañas o animales. Pero todas las divinidades no son más que diferentes rostros de una única realidad fundamental, que los hindúes llaman Brahman y que es absoluta, eterna y sin límites y de donde surgen todas las cosas. El absoluto es una realidad neutra e impersonal, origen de todo lo que existe y que a la vez impregna a todos los eres y a todas las cosas. Puede encarnarse bajo cualquier forma humano de la natura, como las vacas sagradas o el río Ganges. Brahaman el único y solo Dios toma los nombres de Brhama (creador), Visnu (preservador) o Siva (el destructor). Y Trimurti constituye un Dios único. La concepción de un diablo no ha tenido nunca en la India un papel importante.

Los vedas establecen cuatro castas ancestrales en que se divide el conjunto de sus fieles. A) Brahamanes o sacerdotes, b) los ksatriyas o guerreros, c) los vaisías o campesinos. Marginalmente de la religión y de la sociedad quedaban los drávidas o parias (intocables prácticamente esclavizados, casi no se les consideraba personas). Esta tradición proviene de los arios, quienes se preocupaban mucho de la pureza, motivo por el cual evitaron mezclarse con el pueblo sometido para preservar su identidad étnica y cultural. Los no arios quedaron excluidos de la participación activa y pasiva en la religión védica.

Los grandes principios del dharma, del karma y samsara. El dharma quiere decir sostener o mantener. Es la ley que mantiene el orden del mundo. Es el orden que rige el a cada uno según su casta. El dharma para el hinduismo constituye la realidad esencial del cosmos, de la sociedad y del ser humano. Es el orden que reina entre los dioses, atribuyendo a cada uno su propia función. El dharma es el funcionamiento armonioso de un universo en equilibro. Las fuerzas adversas que amenazan este equilibrio es el ad-dharma: todo lo que se opone al orden, el mal. En la sociedad es la violencia dominadora de las castas superiores que abusan de su situación. En cada ser humano es la tendencia perversa a buscar la ganancia y el éxito. El karma significa obra o acción. Es la fuerza invisible que emana de todos los actos humanos. Esta energía es la que hace al alma, prisionera de un cuerpo y obliga a reencarnarse. El karma es algo así como el balance de nuestros actos –buenos y malos-. Este concepto es muy importante, pues es el fundamento de la explicación del destino humano. Nacer en una situación no es una maldición o una falta sino el resultado de los deméritos de una acción anterior y la posibilidad de obtener una existencia mejor. El karma afirma que los actos e incluso intensiones escriben la vida futura. La opción es actuar sobre los actos e intenciones para afectar con el porvenir. Parece esperanzador pues existe la certeza que al final de las reencarnaciones se obtiene la liberación (moksa: liberación del ciclo del nacimiento, de la muerte y de la reencarnación). El samsara o flujo de la existencia indica el ciclo compuesto de nacimiento, muerte y renacimiento. Es lo que llamamos transmigración de las almas (metempsicosis o metensomatosis que quiere decir transmutación de un cuerpo en otro).

Los hinduistas conceden gran importancia al templo. Dentro está la divinidad. El templo tiene forma del monte universal. Está ricamente adornado.

Los hindúes aprenden la ley, pues de los ritos se deriva una lista de obligaciones sociales y morales. La persona creyente sigue escrupulosamente los ritos y normas ligadas a éstos. La vida social y la vida espiritual son inseparables. La persona no es jamás un individuo aislado, sino que forma parte del orden universal. En los diversos templos los sacerdotes celebran ceremonias de las ofrendas. Sin embargo, la religión en la India se celebra en casa. La mayoría de las familias hindúes tienen un pequeño templo doméstico, en algún cuarto o rincón de la casa. Está consagrado a la oración y a las ofrendas a los dioses. Cada día, el padre o la madre de familia enciende una lámpara delante de pequeñas imágenes de los dioses. Las ofrendas son de agua, fuego, luz, flores, frutos, incienso e incluso comida que después se reparte entre los asistentes. Significan la ofrenda de la persona a la divinidad.

Ahora bien, pasemos a hablar del modo en el que se han dado las relaciones entre ambas religiones: “Las relaciones cristiano-hindúes han tenido destinos encontrados. Por una parte, la tendencia natural del hinduismo ha sido el reconocer las bases divinas de muchas otras religiones, y en reverenciar a sus fundadores y santos practicantes. Por otra parte, las percepciones de un proselitismo agresivo por parte del cristianismo han generado un despliegue de violencia anticristiana, a menudo alimentada por los partidos políticos nacionalistas hindúes. En países occidentales, el Vedanta ha influenciado a algunos pensadores cristianos, mientras que los movimientos antisectistas han reaccionado en contra de actividades de gurús inmigrantes y sus seguidores” .
En cuanto a las diferencias o similitudes entre el hinduismo y el cristianismo encuentro lo siguiente:
En primer lugar podemos destacar la influencia del pensamiento griego en ambas religiones. Es bien sabido que el orfismo jugó un papel importante en el hinduismo, al igual que en el cristianismo, el cual recibió dicha influencia a través de los griegos.
En comparación con los vedas y demás libros hindúes, el libro sagrado de los cristianos es la Biblia, libro que fue escrito por hombres, pero de inspiración divina. En este punto podemos encontrar algo en común con los vedas, ya que éstos también fueron inspirados.
Como vimos anteriormente, los hindúes tienen fe en la palabra sagrada, repetida varias veces. En el cristianismo podríamos establecer un parangón con la oración. Sin embargo, la oración cristiana se dirige a un Tú. Un punto de encuentro del cristianismo –oriental- con los mantras sería la oración centrante, que consiste en repetir una palabra constantemente, por ejemplo “Abbá” o “Jesús” con los mismos propósitos que los mantras: obtener la paz, cesar la razón para dejar espacio a la intuición.
Existe una similitud entre amabas religiones que llama mi atención: la trinidad de Dios. Para los hindúes Dios se divide en tres personas con diferente función cada una: creador, conservador y destructor. En contraste, en el cristianismo la trinidad cristiana se compone por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, no existiendo en él el principio de destrucción.
Si hablamos de lugares de culto, llegamos a afirmar que ambas religiones comparten la existencia de templos. La existencia de este tipo de recintos es importante. Incluso se ha llegado a decir que sin templos no hay religión. A lo primero se añade que los hindúes tienen templos en sus casas. Esta tradición me remonta a las poblaciones indígenas nahuas que conocí en la Sierra Norte de Puebla, donde en cada casa existía un pequeño altar con las imágenes imprescindibles de Jesucristo y de la Virgen de Guadalupe, además de los santos de la devoción particular. Con esta costumbre que quizá no proviene tanto del catolicismo sino de la cultura indígena veo una similitud en lo que a “oratorios caseros” se refiere.
Si tratamos el tema de la jerarquía, en la Iglesia católica la “división” es de carácter religioso y no tanto social. Hablando de la iglesia católica, ésta es presidida por el papa, los cardenales, los sacerdotes, los diáconos , los religiosos y religiosas y los laicos. Por su parte, en el hinduismo la jerarquización de la sociedad es de carácter religioso y social. Además, puedo percibir una mayor relación en el Hinduismo entre sociedad y religión. En el cristianismo pareciera existir una escisión entre creencia y práctica.
Llama de forma especial que ambas religiones, quizá con más énfasis la católica, han intentado realizar una filosofía de su religión. Descubro al acercarme a otra religión la importancia de la elaboración filosófica de sus conceptos, de sus creencias. En primer lugar, es el único modo que permite a alguien ajeno a esa religión una comprensión básica de los fundamentos y creencias de su religión.
En otro orden de conceptos establezco una similitud entre el karma con la consciencia en la medida en que ésta es la que indica lo que está bien o mal, sin embargo, en el cristianismo no ejerce la función de ser la reguladora de las vidas futuras, pues eso no existe en el cristianismo. En éste, no existe la reencarnación, sino la resurrección. El cristianismo sostiene que existe sólo una muerte y que habrá un juicio final. El destino del cristiano es el cielo, entendido como plenitud en la presencia de Dios. Si el cristiano se ve impulsado al amor al prójimo es debido al amor con el que Dios le ha amado. El amor de dios, así como la salvación no se obtienen por medio de méritos, sino que proceden gratuitamente de dios. El dios de los cristianos es creador, personal, misericordioso y amoroso en contraste con un dios hindú impersonal y omnipresente.
Ahora será el momento para abordar el tema de las ofrendas. Similar al cristianismo, en el hinduismo, simbolizan la ofrenda de la persona a Dios. Una similitud con las ofrendas que consisten en ofrecer alimentos a los dioses y después compartirlo con la gente serían las ofrendas del día de muertos en México.
Y después de realizar las precedentes reflexiones y de estar pensando el tema del hinduismo, surge una crítica del hinduismo. Parece establecer mediante un sistema social de castas un statu quo en el que todo está determinado, predestinado. Esa quietud mantiene a muchas personas en la miseria sólo por haber nacido en esa casta. Externamente, desde mi punto de vista, el discurso religioso pudiera parecer la perfecta ideología para que los brahamanes y las castas más privilegiadas puedan mantener sus ventajas. Mediante el discurso religioso se legitima esa situación. Y si las personas están así, es porque no han hecho los méritos suficientes y se lo merecen. No parece existir la posibilidad de una pobreza y miseria por la estructura social, ni es bien vista la ayuda a los parias.
Sin embargo, esta postura crítica a la que quizá le falte una mayor comprensión del hinduismo, me lleva a establecer una analogía con la sociedad occidental, donde no existen castas, pero sí clases sociales. Y precisamente la clase social es el factor de separación, de discriminación y de condenación a vivir en esa situación. Por ejemplo, si alguien nació pobre, aunque no paria, parece haber nacido con la condena de serlo siempre. Por el contrario, quien nace en una clase económica media o alta, gracias al mismo sistema jurídico, social, democrático, tendrá las posibilidades y los medios para mantenerse en dicha situación o quizá para mejorarla. Es decir, el pobre será cada vez pobre y el rico cada vez más rico. En esta situación sin ser hindúes se realiza el mismo proceso de validación de la riqueza de unos y la pobreza de muchos. Y todo esto más allá del cristianismo, podría ser la tónica del mundo occidental.
Realizar este acercamiento a la religión hindú me lleva a establecer algunas conclusiones. Me parece interesante el modo en el que dos sociedades han ido elaborando un discurso acerca de dios. Dicho discurso o metarrelato, dirían ahora los postmodernos, da sentido a la vida, explica el mundo, establece normas de conducta, fines, metas, ideales. A fin de cuentas me asombra cómo en dos partes tan distintas y distantes del mundo el ser humano pareciera tener un mismo anhelo, una inquietud radical. Aunque dicha inquietud ha caminado y se ha estructurado de diversos modos, existen algunos puntos en común.
Si bien la filosofía de la religión no podrá ni afirmar ni negar la existencia de dios, lo que sí hace es estudiar el modo en el que se han dado las diferentes religiones en el mundo. Acercarnos a otra religión y conocerla un poco más es una invitación a pensar acerca de lo divino, de los relatos y de las consecuencias que puede tener una u otra creencia.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Carta a un universitario sobre el sentido de la vida

Dios y el sentido de la vida. Carta a un universitario.
¿Cómo vas en los estudios? ¿Te están gustando? Espero que sí. Sin embargo, ahora no será motivo de diálogo la parte académica. Hoy me gustaría platicar acerca del sentido de la vida, de tú vida. Quisiera, en primer lugar, preguntarte ¿para qué estudias? Quizá me digas que para aprender más y volvería yo a inquirir ¿y para qué quieres saber más? Me dirás que para poder tener un trabajo en el futuro, y yo continuaría ¿para qué? Y me dirás que para asegurar un futuro para ti y para tu familia. Y ¿para qué? Considero que será mejor detenernos aquí.
El tema del que quiero hablarte es del sentido de la vida. ¿Crees en verdad que la vida tenga sentido? ¿Para qué vivir? ¿Vale la pena? Seguramente que aún sin quererlo te has hecho esas preguntas.
Con esas preguntas espero hacerme comprender que el sentido de la vida es más, mucho más, que la profesión o el trabajo. La pregunta del sentido de la vida es complicada. No es como un circuito electrónico, que funciona o no. En la respuesta se involucra la vida entera. El porqué vivir es una inquietud radical que pide una respuesta: ¿quién soy, para qué estoy en esta vida, existe dios, cómo me debo comportar? Son preguntas para las cuales las ciencias nunca tendrán una respuesta ni afirmativa, ni negativa, es más, ni orientativa. De ahí que cuestionar el asunto del sentido de tu vida sea una tarea personal, aunque solitaria.
Pero, me interrumpirás pidiendo una mayor explicación sobre lo que se entiende al decir “sentido” de la vida. Aprovecharé un texto de Béla Weissmahr , quien comenta que el punto de partida es la propia experiencia existencial que nos da una pre-comprensión de lo que somos. Seres en el mundo, seres con los otros. Buscar el sentido equivale a buscar la inteligibilidad y el valor de las cosas. El mundo sólo es inteligible desde el hombre llamado a la esperanza, proyectada al porvenir. Se puede hablar de que algo tiene sentido cuando es bueno y satisface. Tiene sentido lo que te llena, lo que responde a tus necesidades vitales, espirituales y personales, lo que satisface el anhelo de reconocimiento, protección y compañía, aquello que te hace sentir a gusto, que te capacita para aceptar sin reservas tu entorno, tus decisiones y a ti mismo. Vamos, te lo voy a decir con palabras de la sabiduría popular, encontrar sentido es como decir, “ya me hallé”. Es decir, cuando yo coincido con mi mundo y éste conmigo. Es decir, cuando puedo vivir encontrando sentido y reconociéndolo en todo lo que soy y hago.
Me viene a la mente un relato de un monje que encontró sentido a su vida mediante el servicio a los demás y la consagración a Dios. Este monje, con mucha preparación y experiencia de vida, pasó su vida entera abriendo y cerrando la puerta del monasterio y encontró allí y en eso el sentido de su vida y una plenitud tal que poco importaba si abriera puertas, cocinara, estudiara o realizara cualquier otra actividad. Por lo contrario, no hallarse en no entender, es no encontrar sentido.
Sin embargo, continuando con la historia del monje, habrá que preguntarse cuál era el sentido que él le daba a esa actividad o como era posible que esa actividad le diera sentido y plenitud a su existencia, pues como tú bien lo sabes, pasarse la vida entera abriendo y cerrando puertas parece ser poco agradable y nada gratificante.
Me podría aventurar a dar contigo el siguiente paso en esta cuestión de sentido. Y es que el sentido, aquello que te mueve, que te pone en camino hacia algo que quieres, no puede estar solamente encerrado en uno mismo, ni se puede reducir a la realización de una actividad. Weissmahr comenta que propiamente sólo tiene sentido aquello que apunta por encima de sí mismo, situaciones que nos liberan de nuestra propia estrechez. Y es mediante ese salir de sí, que es posible recuperar la energía creativa, el amor sentido hondamente o la vivencia estética.
Y es que el sentido de la vida es algo global, radical. No consiste en realizar una actividad aislada ni en obtener algo que deseas, pues todo ello debe estar de cara a aquello mayor que quieres ser en la vida. Quizá hayas tenido la experiencia de anhelar mucho un coche, un viaje, un rompecabezas. Lo deseas con muchas ganas y es ese deseo lo que te impulsa a conseguir el objeto de tu deseo. Podemos hablar que le encuentras el sentido a todo el trabajo que tengas que realizar para conseguir lo que quieres. Sin embargo, sucede una curiosa en el ser humano. Cuando consigue algo que quería, enseguida surge el desencanto o la costumbre y surge otro deseo. De ahí se desprende que nuestra realización no puede estar en la obtención de las cosas materiales. Existe un dicho que dice así: “la riqueza es como el agua de mar, entre más tomas, más sed tendrás” Continúa Weissmahr diciendo que nuestra s actuaciones particulares sólo tienen un sentido cuando el todo al que pertenecen, es decir, nuestra vida como un conjunto, tiene a su vez sentido. (Weissmahr, p. 82)
Otra experiencia más que nos puede servir es recordar cuáles son los momentos en los que te has sentido más feliz, más pleno. Haz memoria. ¿Quizá fue cuando compraste algo para ti, un coche, un viaje? Al platicar con muchas personas me han compartido que algunos de los momentos más felices de sus vidas han sido cuando han hecho algo por otros, cuando han aportado su tiempo y su persona a una causa humanitaria, a una persona que pasaba necesidad. Incluso partiendo de este tipo de experiencias, muchas personas han encontrado sentido a su vida. Este fenómeno resulta interesante pues están en juego las otras personas. En la película Bleu de Krzysztof Kieslowski, hay una escena que me impactó mucho, pues una persona le dice agradecida a otra: “Gracias, gracias por todo lo que has hecho por mí”. “Pero si no he hecho nada” contestó la protagonista. “Estuviste ahí, me escuchaste”.
“Meta de todo ser humano es la autorrealización, sólo se puede alcanzar cuando no se le persigue en forma directa. Ser hombre equivale a estar sobre sí mismo y orientado hacia algo, que a su vez no es ello mismo, hacia algo o hacia alguien, hacia un sentido que ese algo cumple, o hacia otro ser humano con el que se encuentra en el amor” (Weissmahr p.61)
Sin embargo, es necesario dar un paso más allá, pues podrías contradecirme diciendo que tampoco el “estar volcados hacia los otros” te puede hacer totalmente feliz. ¡Cuántas personas se dedican a servir a otros y no encuentran en ello ni plenitud, ni sentido!
La búsqueda del sentido de la vida es la búsqueda del fundamento y sostén absoluto de nuestra vida. Esto es, al plantearnos la vida en un sentido global, radical, no bastan experiencias de adquisición de cosas o de ayuda a personas, debe haber algo más.
Parece ser tiempo para que hablemos del fundamento y sostén absoluto de la vida. Es aquí donde hablamos del Absoluto. Para los cristianos, Dios es el Absoluto, aquel en quien el hombre supone y afirma un sentido no relativizable de su vida y sus actividades y reconoce una realidad última que confiere sentido a su vida. (Weissmahr p.65). De este modo, todo lo que el ser humano realice tendrá su origen y su destino en Dios. En él adquirirán sentido y se articularán todas las demás acciones que el ser humano realice. Dios será quien explique y de sentido a la vida. El mandamiento será el del amor a él y a los prójimos. Con Dios la vida toda podrá tener sentido.
Sin embargo, llegar a este tipo de conclusiones no será posible a través de la ciencia, ni de la lectura o intelección de la Biblia solamente. Las experiencias de sentido surgen más que cuando especulamos con agudeza, cuando actuamos y nos comprometemos, cuando amamos a alguien y experimentamos que somos amados, cuando nos irritamos frente a la injusticia, cuando vivimos y afirmamos el bien y el mal como opuestos incondicionales (Weissmahr p. 65)
Como afirma Weissmahr, a la vida humana sólo puede darle sentido una realidad trascendente al mundo e imperecedera. Esta realidad debe tener, además un carácter personal.
De este, modo, sabiéndonos sostenidos por “alguien” somos capaces de enfrentar la vida, de asumir incluso el sufrimiento y el dolor con esperanza y serenidad y de gozar y disfrutar plenamente la vida.
Recuerdo ahora un estudio en el que mencionaban que las personas que creían en Dios eran capaces de soportar más dolor que aquellas personas que no tenían alguna creencia en un ser superior.
Quizá nos hayamos extendido ya bastante en este tema, y aún tengas una objeción. Me dirás que no podemos sólo creer en Dios por una “experiencia”, que se puede amar a los seres humanos sin tener que ser creyente.
Solamente te diré que el ser humano tiene necesidad de aferrarse a algo, de sentirse sostenido por algo, por alguien. Baste ver la inmensa cantidad de horóscopos, psíquicos, adivinadores, lectores de cartas, nuevas sectas, religiones, movimientos que han surgido. Incluso en los países, así llamados “desarrollados” como Francia existe aún un alto porcentaje de la población que dice no creer en dios, pero que acude con frecuencia a diversos tipos de movimientos, grupos o prácticas que racionalmente podrían ponerse en duda. Con esto quiero demostrarte que el ser humano absolutiza siempre algo en la vida busca algo que lo trascienda. Algunos desgastan su vida por el deporte, otros por el poder, otros más por el dinero. Aspectos todos que no trascienden y que son tan efímeros que de un día a otro puede desaparecer. De ahí la necesidad de reflexionar acerca del sentido que tu quieres darle a tú vida.
Para ello, necesitarás escucharte en lo más profundo de tu corazón. ¿Qué cosas son las que te hacen realmente feliz?
La pregunta por el sentido de la vida no la podemos acallar, siempre llama a nuestra puerta y sólo puede ser una respuesta hecha vida. Ya sea que decidas no contestarla, sin embargo, lo estarás haciendo.
Creo que ha llegado el tiempo de dejar un momento para pensar. ¿Sientes que has encontrado el sentido de tu vida?
¿Cuál ha sido el móvil, el motor, lo que anima e impulsa tu vida? ¿Sientes que vale la pena vivir por y para ese “Absoluto”, te sientes “hallado” en lo que eres y haces aún cuando pueda haber dolor o sufrimiento? ¿Crees que puedes dotar tu existencia de sentido sin Dios? ¿En qué cifrarías el sentido de tu vida?

sábado, 4 de octubre de 2008

Acerca de la significación del nosotros

Filosofía Latinoamericana
Reflexión acerca de la lectura “Acerca de la significación del nosotros[1]”.


Llama especialmente mi atención la frase de Hegel, quien afirma que “es necesario ponernos para nosotros mismos como valiosos”. Sin embargo, como hemos visto con los conceptos del “eurocentrismo” y del “mito modernizador”, ese “nosotros” eran los europeos, como aquellos valiosos, cuya cultura debía ser transmitida, léase impuesta, a todos los demás pueblos, cuya cultura concebían como inferior.

Frente a esto podemos preguntarnos si ¿existe verdaderamente eso que llamamos un “nosotros latinoamericano” o bien una identidad latinoamericana?

Haciendo un poco de historia, podemos decir que el mismo nombre “América” fue impuesto por los europeos, al igual que realizaron un proceso de dominación económica y cultural.

Y, a primera vista, parecería difícil responder afirmativamente a la pregunta que planteo. Esto porque en muchos casos podríamos poner en duda la misma conciencia que tenemos de ser mexicanos y latinoamericanos. A lo sumo, diríamos que nuestra identidad mexicana está dada por nuestro belicoso himno nacional y por nuestra bandera, que por cierto “es la más bonita del mundo”. Sin embargo, el tejido social parece estar desquebrajado y se observa en el ambiente político de nuestro país, una gran falta de coordinación y comunicación entre los diferentes agentes que integran la sociedad. Parece dejarse ver una intolerancia hacia “el otro” que me es ajeno, que piensa diferente que yo o que “nosotros” y no estamos abriendo caminos para un diálogo, para un acuerdo común básico que nos permita convivir pacíficamente como sociedad.

Si bien pareciera que la identidad como mexicanos tambalea, es de imaginar que la conciencia de “ser latinoamericanos” esté aún más disuelta y poco conciente entre nosotros. ¿Qué nos uniría a los demás países latinoamericanos, si no es que una “misma” lengua? En México al menos desde mi percepción seguimos dando vida al malinchismo. Muestra de ello es el considerar superior, mejor, de más calidad todos los bienes, productos y servicios que provienen de Europa o Estados Unidos, sin tener en la mente a nuestros países sureños o repitiendo el trauma, viéndolos de arriba hacia abajo.

En la historia han existido algunos intentos por unificar a Latinoamérica, pero quizá por un padecimiento común, nos ha resultado difícil el diálogo, la coordinación de esfuerzos, la solidaridad y se ha aplicado el “sálvese quien pueda” expresado actualmente por la elaboración de tratados comerciales ventajosos con las potencias económicas. Esto da como resultado la nueva colonización de Europa y Estados Unidos, quien de forma menos violenta aunque cruel siguen sometiendo económicamente a los países pobres, estableciendo condiciones preferentes de comercio, saqueando legalmente las riquezas naturales y mano de obra de los países con los que firman tratados. Hasta hace poco, América Latina era muy atractiva a los grandes capitales por la mano de obra barata, por las ventajas arancelarias, por la regulación ecológica laxa para “invertir”, proceso que consiste en instalar una planta en el país, de la cual obtendrán beneficios cuantiosos, con rendimientos y ganancias mayores al que obtendrían en sus países de origen. Baste el ejemplo de la privatización de PEMEX, con empresas españolas y gringas que esperan ansiosas el sí de México para colaborar en la explotación del petróleo.

Existe ahora un “nosotros”, pero no aquel que podría aglutinar a todos los habitantes de América Latina y que pudiera fungir como un signo de unidad, sino un “nosotros” que cada grupo utiliza: nosotros los indígenas, nosotros los empresarios, nosotros los inversionistas, nosotras las mujeres, nosotros los pobres, nosotros los defensores de los pobres, nosotros los buenos, nosotros los que tenemos la razón, nosotros los intelectuales, nosotros los mexicanos, etc.

Frente a este escenario de multiplicidad y, podría decir, división o fragmentación se antoja necesario la toma de conciencia de los elementos comunes como mexicanos, en primer lugar, y como latinoamericanos que nos puedan llevar a una unidad que sea posible traducirla en términos de solidaridad, proyección común y unidad frente a los nuevos modos de colonización europea y norteamericana que hoy son ya una amenaza para la libertad y la autonomía de los países latinoamericanos.


[1] ROIG, Arturo Andrés, Teoría y Crítica del Pensamiento Latinoamericano, FCE, México, 1981, pp. 18-43

¿América latina o Sudamérica?

Filosofía Latinoamericana
Septiembre 18, 2008

Textos fuente:
¿América latina o Sudamérica?[1]
Las dos Américas[2]
La soledad de América Latina[3]


En primer lugar, presentaré algunas de las frases que me fueron más significativas acerca de los textos, para posteriormente realizar mi reflexión.

Del poema, las dos Américas, destaco la división que el autor hace de las dos Américas: América del Norte y América Latina. Describe a América del Norte como el país en el que no hubo ni reyes ni corte, sí ley. En ese país se busca la libertad para sí al igual que la riqueza. La relación con las otras repúblicas es de desdén y desprecio. Se rige por el principio “cuanto es útil es bueno”. Por su parte, describe el autor la situación de América del Sur así: “mas aislados se encuentran, desunidos / esos pueblos nacidos para aliarse/ la unión es su deber, su ley amarse/ igual origen tienen y misión/ la raza de la América latina,/ al frente tiene la sajona raza, /enemiga mortal que ya amenaza/ su libertad destruir y su pendón. Ya al final de su poema escribe “un mismo idioma, religión la misma, leyes iguales, mismas tradiciones: todo llama esas jóvenes naciones, unidas y estrechadas a vivir. ¡América del Sur! ¡Alianza, alianza en medio de la paz como en la guerra, así será de promisión tu tierra: la Alianza formará tu porvenir!

En el texto de Luis Alberto Moniz Bandeira, destaco la siguiente información:
El político chileno Francisco Bilbao Barquín fue el que usó por primera vez en Paris -1856- el concepto “América latina”, incluyendo México y la América Central. El escritor argentino Juan Bautista Alberdi siempre habló de América del Sur. La importancia de dicho concepto estriba en que fue el que desde el siglo XIX orientó la política exterior de Brasil. Y la existencia de dos Américas estaba dada principalmente por la geografía, misma que determinaba las cuestiones económicas y políticas. Existe con México, gran distancia e intereses tan diversos que hacen que el concepto América Latina sea genérico y sin consistencia. El autor destaca la importancia en población y en cifras económicas de la región de América del Sur.

Grabriel García Márquez, relata que América Latina vive en soledad. La independencia del dominio español, no nos puso a salvo de la demencia. Y realiza un serio y profundo análisis de toda la muerte y el dolor que ha sufrido América Latina, secuestros, desaparecidos, presos políticos, dictaduras, migraciones forzadas, guerras civiles, destierros. Estas realidades, por fuerza, forman parte de lo latinoamericano. Realiza asimismo una crítica a la mirada europizante, porque nos recuerda todo los años o siglos que transcurrieron para que algunos países europeos lograran tener la paz y la prosperidad de la que ahora gozan. “una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde tras las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”

Al terminar de leer los artículos veo que los autores distinguen lo que es América del Norte, identificada con los Estados Unidos, y las Américas del Sur. Yendo un poco más lejos podemos descubrir que si bien Francisco Bilbao Barquín ocupa el término “América Latina” para referirse a los países que abarcan desde México Hasta Argentina, Juan Bautista Alberdi habla solamente de América del Sur y deja ver que los intereses así como la geografía son tan distintos que no es posible hacer una unificación simplificadora que pretenda la unidad por sí misma. En este aspecto puede ser contrastante con la postura del poeta José María Torres Caicedo, que pareciera llamar a una unidad, a una alianza a ultranza cuando afirma : “un mismo idioma, religión la misma, leyes iguales, mismas tradiciones”. Esta posición se me antoja absolutista, de unidad y considero que no refleja la multiculturalidad ni la pluralidad, sobre todo en este tiempo, ideológica, religiosa, incluso de idioma.

En el punto que coincido es en que es necesaria una mayor conciencia del ser latinoamericanos. Incluso pensando en términos comerciales me pregunto por qué no se ha logrado algún tipo de alianza comercial que nos lleve a preferir lo producido en esta “misma” región, en vez de importar todo lo que puede ser producido aquí. La respuesta no es fácil, pues por encima de nuestras “solidaridades” está el esfuerzo por mantener el vínculo con las naciones poderosas que piden un “tratado” con los países en desarrollo y con tal de conseguirlo, con los subsecuentes beneficios económicos y políticos, nos lleva incluso a rechazar las propuestas comerciales de otros países. Es decir, seguimos sometidos al poder del dinero, a esa sed de oro que domina a las potencias mundiales, pero que también a nivel casero, nos domina a nosotros. El dinero se sobrepone ante cualquier objeción moral. Así, en América Latina hemos dejado de preguntarnos si podemos ponernos de acuerdo en algo, si podemos crear algo juntos (quizá como las investigaciones de generación de partículas que realiza la UE) porque estamos muy ocupados en los aspectos de la sobrevivencia y los pueblos resarciendo las heridas constantes de la violencia, los secuestros, la guerrilla, el narcotráfico, las guerras civiles, etc.

Concluyo haciendo mío el deseo de Gabriel García Márquez, de crear “una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde tras las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”




[1] MONIZ, Bandeira Luis Alberto, ¿América latina o Sudamérica?, http://www.clarin.com/diario/2005/05/16/opinion/o-01901.htm
[2] TORRES Caicedo, José María, Las dos Américas.
[3] GARCÍA Márquez, Gabriel, La soledad de América Latina.

La conquista: Entre la comprensión y la destrucción

Filosofía Latinoamericana
Agosto 25, 2008

La conquista: Entre la comprensión y la destrucción

Al mirar el hecho histórico de la Conquista se observa un hecho ambiguo. Y éste está caracterizado por dos polos que son la comprensión y la destrucción. El primero puede constatarse en el hecho de no haber aniquilado a la población indígena y de haber existido el mestizaje. Esto contrasta con lo que sucedió en Estados Unidos, donde hubo una exterminación masiva y los indígenas fueron enviados a “reservas”. El segundo hecho es también evidente. Los españoles llegaron a imponer su cultura, lo que implicó la destrucción de los monumentos y lugares de culto. Esto se expresa gráficamente en lo que sucedió con muchas pirámides que fueron cubiertas con tierra y edificado un templo católico encima. Ya desde aquí podemos ver un adelanto de lo que sería la Conquista: un sobreponer una cosmovisión sobre otra existe, que a lo más, quedaría enterrada. Destrucción en otro sentido que implicó la muerte de muchos indígenas, tanto de manera directa –asesinato- como de forma indirecta – por las enfermedades traídas por los españoles-

A la llegada, los españoles son recibidos con gestos de paz, con regalos, sin quedar exento el miedo que produce todo encuentro con un “extraño”.

Por su parte, para los españoles y especialmente para Cortés, quien era el que estaba al mando, los indígenas ocuparon una posición intermedia en el pensamiento de Cortés. Les concedió el carácter de sujetos, pero lo son en tanto cuanto sirvieran para un fin importante para ellos, que era el de generar riquezas.[1] También se produce admiración, pero “en vez de borrar la distancia existente entre ellos y él, más bien la marca, y su pertenencia a la serie de las “curiosidades naturales” no está totalmente olvidada[2]

Y es necesario comprender, de manera básica, cómo se dio este proceso. ¿Por qué si había cierta admiración, cierto reconocimiento y cierta simpatía por los indígenas, se llegó a la matanza de muchos de ellos, a enterrar su cultura y a establecer una relación en términos de explotación y de desigualdad?

Una razón para ello puede serlo en gran anhelo de riqueza y poder con el que venían los conquistadores. Venidos de un mundo donde había un orden social, político y económico establecido, donde las grandes riquezas pertenecían a familias de nobles cunas y eran heredadas de generación en generación, donde era difícil “dejar de ser quien se era”, encontraron en América una nueva oportunidad que les permitiría hacerse de algo muy preciado en Europa, el oro, y el poder que les permitía ponerse por encima de todo un grupo al que tendrían que cultivar.

Por otra parte, como menciona Todorov, “los autores españoles hablan bien de los indios, pero salvo en casos excepcionales, nunca hablan a los indios. Ahora bien, sólo cuando hablo con el otro (no dándoles órdenes, sino emprendiendo un diálogo con él) le reconozco una calidad de sujeto, comparable con el sujeto que soy yo. Si el comprender no va acompañado de un reconocimiento pleno del otro como sujeto, entonces esa comprensión corre el riesgo de ser utilizada para fines de explotación, el “tomar”; el saber quedará subordinado al poder[3]


Y finalmente, el más importante aspecto que influyó para que la destrucción fuera posible aun estando la comprensión o admiración fue la valoración axiológica que los españoles hicieron de los indígenas. Se pusieron por encima de ellos, se consideraron superiores, no los reconocieron como sujetos de diálogo, los veían, tal como más tarde diría Kant, como medios y nunca fines en sí mismos. Y desde una valoración axiológica desfavorable hacia el indígena, todo lo que éstos realicen estará mal visto, será salvaje, será amenaza. Mientras que por otro lado, todo lo español y europeo será bueno, valioso y además será lo que los “salvajes” tienen que aprender.

Para concluir, me fijaré en un comentario que realizaron los indígenas –Motecuhzoma- cuando estaban siendo atacados por los españoles, especialmente por Alvarado, durante la fiesta de Toxcatl, mismo que es citado por Miguel León: “ pues no somos competentes para hacerles frente, que se deje de luchar[4]

Frente al dilema que planteo al principio, entre la comprensión y la destrucción, podemos concluir que esa cuestión aún sigue vigente hoy en día. No terminamos de entender la conquista. Como mestizos que somos, no podemos ponernos ni totalmente del lado del indígena pero tampoco totalmente del lado español. Quedamos entre fuego cruzado. Queda quizá aún vivo un afán por el dominio y la riqueza, que busca de quien aprovecharse, que busca siempre ponerse por encima de los demás, y que ha generado grandes desigualdades en nuestro país, quizá tan dramáticas como las de aquellos tiempos en los que los españoles poseyeron las tierras despojando y obligando a los indígenas a trabajar en ellas. Por otra parte, sigue una destrucción y un sentimiento, ¿colectivo? De derrota, de inferioridad, que hoy podría dejarse ver en diversos ámbitos como el deportivo, el económico, el social. Pareciera que existe una aceptación silenciosa que grita: “no podemos ganar muchas medallas en las olimpiadas, pero le echamos ganas”, “no podemos lograr la seguridad en nuestro país”, “no podemos generar una economía estable y fuerte ni generar tecnología”, “no podemos erradicar la corrupción”, “no podemos ponernos de acuerdo”… porque no somos competentes y muchas veces como individuos o como sociedad hemos decidido dejar de luchar.

Esto puede llevar a dejar algunas preguntas para la reflexión: cuando me enfrento al extraño, a aquel que es diferente a mí – a fin de cuentas a todo otro- ¿cuál es mi reacción ante la diferencia? : ¿superioridad, miedo, rechazo, aceptación o diálogo?.

¿De qué forma seguimos perpetuando un sistema de diferencias sociales, de grados, de título?

¿Sigue estando un oculto supuesto que desde el interior nos hace pensar como individuos y sociedad “no somos competentes”?



[1] Cfr. Todorov Tzuetan. La Conquista de América. Siglo XXI, México 1991, p. 142

[2] Loc. Cit.
[3] Ibíd. P. 143
[4] LEON Portilla, M. Visión de los vencidos, UNAM, 1989, p. 85

Los hijos de la Malinche

Filosofía Latinoamericana
Septiembre 12, 2008

Los Hijos de la Malinche[1]

En la mencionada sección del libro de Octavio Paz, “El laberinto de la soledad”, llama mi atención el aspecto en el que abordan la problemática del obrero mexicano.

A mi parecer sí refleja la actual situación de los obreros mexicanos, pero no sólo de ellos, sino también de los de América Latina, de otros países en desarrollo, de tercer mundo y aún en los países del así llamado “primer mundo”.

A continuación presento un texto de Paz, donde describe la situación de los obreros:


“Carece de individualidad, la clase es más fuerte que el individuo y la persona se disuelve en lo genérico. Porque ésa es la primera y más grave mutilación que sufre el hombre al convertirse en asalariado industrial. El capitalismo lo despoja de su naturaleza humana, puesto que reduce todo su ser a fuerza de trabajo, transformándolo por este solo hecho en objeto. Y como a todos los objetos, en mercancía, en cosa susceptible de compra y venta. El obrero pierde, bruscamente y por razón misma de su estado social, toda relación humana y concreta con el mundo: ni son suyos los útiles que emplea, ni es suyo el fruto de su esfuerzo. Ni siquiera lo ve.

La complejidad de la sociedad contemporánea y la especialización que requiere el trabajo extienden la condición abstracta del obrero a otros grupos sociales. Vivimos en un mundo de técnicos, se dice. El gobierno de los técnicos, ideal de la sociedad contemporánea sería así el gobierno de los instrumentos”[2].


Al leer este fragmento traigo a la mente la crítica que Jürgen Habermas realiza también a nuestras sociedades, debido a que la razón instrumental, es decir la razón técnica, ha ganado tal importancia dentro del sistema económico y de gobierno, que deja fuera toda otra razón como la práctica. Aunado a esto, el positivismo incentiva el modelo de las Ciencias de la Naturaleza, dejando sin aparente sustento “científico” según su modelo a toda cuestión que se relacione con la moralidad. Parecería absurdo plantear dentro del entorno económico neoliberal qué tanto importan las condiciones de vida del obrero, sin embargo, sí es legítimo hablar de rentabilidad, de productividad, de inversión. Otra pregunta que tampoco se formula, ni siquiera los obreros, es ¿cómo se justifica o se puede legitimar las enormes diferencias salariales entre el aparato administrativo y los obreros? Esta legitimación viene dada por la famosa “especialización”, que quiere decir que, a mayor nivel de preparación y estudios, mayor será el salario. Sin embargo, esta lógica que parece estar introyectada y aceptada en todos los individuos de la sociedad, posee una treta en su interior. Y digo esto porque precisamente podrá estudiar, quien tenga los recursos básicos para hacerlo, desde la posibilidad de pagar el transporte, hasta cumplir con los requisitos que se piden para una especialización, que van desde los estudios básicos e intermedios, hasta las habilidades para poder contactar a una universidad y realizar los trámites solicitados. Si a esto agregamos que las familias que sólo poseen su fuerza de trabajo, debido a los bajos salarios “salarios mínimos”, se ven obligados a trabajar la mayor parte de la familia en posición de hacerlo, cuando los hijos terminan la primaria o la secundaria, son lanzados al mercado laboral, con lo cual continúa un círculo vicioso. Siguen siendo obreros porque no tienen alguna “especialización”, y siguen sin ésta porque son obreros. Se ve así una situación que orilla a muchas familias solamente a subsistir, es decir, a tener lo mínimo, y no lo básico, para poder seguir trabajando.

Esta es una de las razones por la cual se hace necesario plantarse seriamente la pregunta acerca de la justicia social en nuestro país y en el mundo. Surge la necesidad de dialogar con la razón instrumental o técnica, para recordarle que el ser humano está por encima de la Técnica y la Ciencia, que no todo lo económicamente viable es humanamente deseable.
[1] PAZ, Octavio, El laberinto de la Soledad, FCE, México, 1981
[2] Ibíd. P.61-62

Reflexión de la película: Un nuevo Mundo

Filosofía Latinoamericana
Reflexión acerca de la película “Nuevo Mundo”
Septiembre 7, 2008


La película “Nuevo Mundo” narra el modo en el que los españoles llegaron a México con un afán impositivo y violento hacia los indígenas. Su presencia fue para imponer un nuevo régimen económico, político, social y religioso. Sin embargo, la película muestra a una minoría de españoles que buscaban la convivencia, diálogo y comprensión con la población nativa. Otro hecho que narra la película es la resistencia que los indígenas realizaron frente a la dominación española, aspecto que comúnmente no es tan conocido ni narrado. Frente al temor de los españoles por una sublevación indígena y frente a la incapacidad para cambiar en un breve lapso de tiempo, tradiciones centenarias, se ingenia una forma de unir ambas culturas: una “virgen” que unía a españoles e indígenas, fusionando la larga tradición religiosa de los indígenas con la concepción de la Virgen María, quien en la religión católica es la madre de Jesús. De este modo se logró unir ambas razas y culturas. La virgen de la película hace alusión a la Virgen de Guadalupe la cual sigue hasta nuestros días siendo uno de los pocos símbolos que dan unidad al pueblo mexicano.


De la película llaman mi atención algunos aspectos. Por una parte, se observa del lado del dominador una actitud de imposición, de violencia ejercida sobre los indígenas, a quienes trataban casi como esclavos.


El problema principal que presenta la película es la forma de justificar la violencia. Para ello, los españoles recurren a la religión como legitimadora. Con el pretexto de convertirlos a la verdadera “religión” los obligaban a cortar de tajo, sin escrúpulo alguno”, de la noche a la mañana. Siendo que los procesos de conversión, en primera instancia tienen que ser deseados y en segunda, que requieren un proceso, un tiempo, un ritmo.

Frente a la urgencia que tenían los españoles por lograr la conversión, los indígenas opusieron resistencia, y al no poderlo hacer de forma abierta por la superioridad de las armas españolas, mantuvieron la resistencia, pero de forma oculta, simulada. De esta forma aparentaban adorar a los nuevos santos o divinidades, pero transponiendo el significado o la figura de los suyos con los nuevos.

Este hecho me parece muy importante, porque en la actualidad, uno de los problemas que aún persisten en nuestro país es la simulación en muchos ámbitos de la vida. Se simula que se trabaja, se simula que una escuela no es religiosa, se simula el pago de impuestos, se simula el grado tan grande de corrupción , se simula en la política, se simula en el pago de prestaciones a los empleados, se simula en el amor al prójimo, se simula en la religión.

Nos la pasamos simulando, porque nos cuesta mucho decir quiénes somos, qué creemos, qué queremos. Quizá sea este, un resabio de la Conquista y del modo en el que tuvieron que responder los indígenas frente aquellos ante los cuales no podían tener otra alternativa de respuesta, que sin comprometer sus más hondas creencias, pudieran también agradar y cumplir las expectativas de los “otros”. Queda la tarea de buscar ahora, que ya no estamos bajo el dominio de los españoles, -aunque si bajo el dominio de otros poderes económicos-, los caminos que nos permitan dialogar, dándole la oportunidad al otro de expresarse, para así poder definir como nación hacia donde queremos dirigirnos. Se antoja una tarea harto difícil, especialmente cuando los intereses personales, el ansía de mayor dinero y poder parecieran apoderarse de todo proyecto e iniciativa en el ámbito político, social, económico y religioso. Sin embargo, no por ello innecesaria.

La herencia de la Conquista: Desigualdad, dominio de la fuerza y falta de diálogo

La herencia de la Conquista: Desigualdad, dominio de la fuerza y falta de diálogo


¿Alguna vez nos hemos puesto a pensar si en verdad tenemos como mexicanos algo común, algo que nos una más allá del lenguaje, de los símbolos patrios, del territorio? En otras palabras ¿por qué somos mexicanos?; ¿qué nos hace mexicanos?; ¿cómo somos los mexicanos?

Y, contando con la dificultad que de por sí representa el englobar en el concepto “mexicano” a todos y cada uno de los habitantes de la República Mexicana, podríamos hablar del mismo por contraste y por similitud con otros países. Podremos encontrar algunos elementos comunes con otros países, principalmente con los latinoamericanos y grandes diferencias con otros. De esto modo, será posible un acercamiento, una aproximación a aquellos elementos que están implícitos en el modo de nacer, de crecer, de concebirse como “mexicanos”. Una serie de elementos que nos puedan describir, que nos permitan hacernos comprensibles, en primer lugar, a nosotros mismos.

Me gustaría empezar estableciendo un rasgo común que compartimos con América Latina y que por su importancia aún influye en nuestros países y en nuestras cosmovisiones para posteriormente abordar el caso mexicano.

Podríamos decir que el elemento compartido de México con América Latina es el hecho histórico de la Conquista. Pero no solamente la mera conquista, sino la poca asimilación que se ha tenido de ese hecho. Es más se le denomina al 12 de Octubre como “día de la raza” y se festeja muchas veces sin comprender en toda su extensión y gravedad el alcance de ese acontecimiento. Incluso se denomina el “encuentro de dos mundos”, que si bien transformaría las visiones del mundo de los europeos como de los americanos, me atrevería a afirmar que tuvo poco de encuentro, respeto y diálogo y mucho de imposición, ambición y brutalidad. Como consecuencia de esa conquista española compartimos la lengua, una religión, y hasta un modo de ser.

México, al igual que todos los otros países de América Latina fue conquistado hace casi 500 años. Pareciera que ese hecho está lejano. No obstante, las consecuencias perduran y son visibles en el México del siglo XXI. Algunas manifestaciones de ello, a mi parecer, son la desigualdad, la falta de diálogo y el sometimiento a la voluntad del más poderoso, es decir del que más dinero tiene. Todos estos elementos están enraizados ya en la cultura, en el modo de convivencia social, en la mentalidad de los mexicanos.

Tres elementos serán los que presente a continuación, como consecuencias y elementos descriptivos de “lo mexicano”: a) la desigualdad, b) las relaciones de poder y c) la falta de diálogo.

Desde 1808 el barón Alexander von Humboldt describía a México como el país de la desigualdad. En 2008 podemos decir que México sigue siendo el país de la espantosa desigualdad. Y podemos constatar como este factor ha estado presente desde la Conquista, época en la cual los españoles, con la justificación religiosa que la legitimó, y ávidos de poder y de dinero, los conquistadores y los religiosos, despojaron a los indígenas de sus tierras y se convirtieron en propietarios. Se estableció así el modelo de producción bajo el esquema de la Hacienda. Los dueños, por supuesto siempre fueron los españoles. Los trabajadores los indígenas. No se podría llegar a nombrarlos esclavos, aunque sí se dieron relaciones de explotación y sometimiento graves.

Actualmente existe también una situación similar, aunque ya no propiamente igual, pues ahora los dueños de las “haciendas modernas” son los capitalistas (españoles, estadounidenses o mestizos. Lo mismo da la nacionalidad o el origen étnico) los que perpetúan un sistema de explotación. Es decir, los que obtienen sus ganancias producto de la explotación o de los mal llamados “salarios mínimos” o “salarios de subsistencia” diría yo.

A continuación presento un texto de Paz, donde describe la situación de los obreros mexicanos:

“Carece de individualidad, la clase es más fuerte que el individuo y la persona se disuelve en lo genérico. Porque ésa es la primera y más grave mutilación que sufre el hombre al convertirse en asalariado industrial. El capitalismo lo despoja de su naturaleza humana, puesto que reduce todo su ser a fuerza de trabajo, transformándolo por este solo hecho en objeto. Y como a todos los objetos, en mercancía, en cosa susceptible de compra y venta. El obrero pierde, bruscamente y por razón misma de su estado social, toda relación humana y concreta con el mundo: ni son suyos los útiles que emplea, ni es suyo el fruto de su esfuerzo. Ni siquiera lo ve.

La complejidad de la sociedad contemporánea y la especialización que requiere el trabajo extienden la condición abstracta del obrero a otros grupos sociales. Vivimos en un mundo de técnicos, se dice. El gobierno de los técnicos, ideal de la sociedad contemporánea sería así el gobierno de los instrumentos” .

Con este texto y con la experiencia que da el estar en contacto con los obreros, con empleados de tiendas, con chalanes, albañiles, e indígenas no se necesita ser mago para poner al descubierto las grandes diferencias sociales, económicas y culturales que existen en México. Tan sólo se necesitaría ser ciego para poder obviar esta realidad de la gran desigualdad, cuya dureza, cuya lejanía y cuyo sentimiento de ser ajena a todos e insoluble nos lleva a “pasar sin ver”. Y sin embargo, el problema ahí está como reto, como herida punzante. Como llaga que pide curación y que necesita comprensión: ¿Por qué tenemos un país tan desigual? ¿Por qué existen tantas injusticias? ¿Por qué en México hay mexicanos de primera y de segunda?

Ahora bien, los españoles llegaron a lo que hoy es México dominando, tomando posesión de las tierras, de las propiedades de las comunidades. El modo de ejercer el poder fue sometiendo a los demás. A la supremacía de las armas de los españoles, se unió el dominio económico. De esta forma, los que ejercerían el poder en el “Nuevo Mundo” serían los que tuvieran más poder, más fuerza, más armas y más medios para someter e imponer. En este caso fueron los españoles, quienes sometieron económica, política y culturalmente a los indígenas. Con el uso de la fuerza buscaron dominar y justificar sus acciones. Tal parece que nacieron juntos el dominio económico y poder político. El que tenía derecho de mandar, de opinar, de criticar siempre fue el español. Al indígena le correspondía el trabajar, el callar y el someterse. La fuerza fue el elemento que permitió a los españoles dominar a los indígenas y apropiarse de las tierras y mantener a los indígenas trabajando para ellos. Esa situación sigue aún vigente.

Pero al usar el poder quedó en desuso el diálogo, la razón, el acuerdo. Y pareciera que desde entonces la palabra diálogo no está en nuestro vocabulario ni en nuestra praxis.

Como menciona Todorov,

“los autores españoles hablan bien de los indios, pero salvo en casos excepcionales, nunca hablan a los indios. Ahora bien, sólo cuando hablo con el otro (no dándoles órdenes, sino emprendiendo un diálogo con él) le reconozco una calidad de sujeto, comparable con el sujeto que soy yo. Si el comprender no va acompañado de un reconocimiento pleno del otro como sujeto, entonces esa comprensión corre el riesgo de ser utilizada para fines de explotación, el “tomar”; el saber quedará subordinado al poder ”

Las consecuencias de no considerar al otro como sujeto de diálogo, y menos si el sujeto no tiene poder o es pobre, son graves. El poder económico es el que dicta las pautas de la convivencia social y política y el que determina quien es interlocutor válido.

Un ejemplo de ello, que nos refleja son nuestras instituciones. En los partidos políticos impera una total descalificación al otro partido, a la otra postura, a las otras ideas tan solo porque el otro es otro. Se le niega, a priori, la palabra y se le acusa de ser intolerante e intransigente, escondiendo con ideologías el temor al diálogo.

Y a nivel ciudadano, se gestaron ciudadanos mudos. “Te callas o te mato”, “te callas o te pego”, “te callas o te atienes a la consecuencias” pudieran ser expresiones comunes dichas o pensadas que cobran vida en nuestra sociedad.

El problema que es social, también es personal y en esto indico solamente el machismo como aquella actitud que busca imponer por la fuerza el punto de vista propio sin escuchar al otro. Actitudes que parecen constantes en varios ámbitos de nuestra vida (escuela, relación profesor-alumno, relación esposo-esposa, relación padres-hijos).

Nuestro país enfrente grandes retos, como el de la desigualdad, la pobreza, el resquebrajamiento del tejido social y los altos índices de violencia. Resulta urgente reestablecer las relaciones igualitarias, hacer efectiva la igualdad legal: “todos somos iguales frente a la ley”, superar la discriminación, la corrupción. Se requiere devolver al otro su calidad de persona, de sujeto de diálogo, porque al hacerlo, nos devolvemos a nosotros mismos esa capacidad que nos permitirá comprender nuestro pasado y ponernos de acuerdo sobre nuestro presente y nuestro futuro.

domingo, 28 de septiembre de 2008

La amistad en San Agustín

LA AMISTAD HUMANA
(San Agustín, Libro IV)

Papablotzin



INDÍCE

I. INTRODUCCIÓN 5
II. DESARROLLO 6
III CONCLSIONES 10
Consideraciones personales. 12
BIBLIOGRAFÍA 14
ANEXO 1 HIMNO A LA ALEGRÍA 15



Amigo mío

Amigo mío,
tengo tanta necesidad de tu amistad.
Tengo sed de un compañero que respete en mí,
por encima de los litigios de la razón,
el peregrino de aquel fuego.
A veces tengo necesidad de gustar por adelantado el calor prometido,
y descansar, más allá de mí mismo,
en esa cita que será la nuestra.
Hallo la paz.
Más allá de mis palabras torpes,
más allá de los razonamientos que me pueden engañar,
tú consideras en mí, simplemente al Hombre,
tú honras en mí al embajador de creencias,
de costumbres, de amores particulares.
Si difiero de ti, lejos de menoscabarte te engrandezco.
Me interrogas como se interroga al viajero,
Yo, que como todos, experimento la necesidad de ser reconocido,
me siento puro en ti y voy hacia ti.
Tengo necesidad de ir allí donde soy puro.
Jamás han sido mis fórmulas ni mis andanzas
las que te informaron acerca de lo que soy,
sino que la aceptación de quien soy te ha hecho
necesariamente indulgente para con esas andanzas y esas fórmulas.
Te estoy agradecido porque me recibes tal como soy.
¿Qué he de hacer con un amigo que me juzga?
Si todavía combato, combatiré un poco por ti.
Tengo necesidad de ti. Tengo necesidad de ayudarte a vivir.


Antoine De Saint-Exupéry

I. INTRODUCCIÓN

En este trabajo elegí el tema de la amistad por varias razones. En primer lugar, es un tema que me ha interesado y del que he venido leyendo, desde hace tiempo, algunos libros. En segundo lugar, y que quizá sea fundamento de la primera razón, es la importancia vital que ha tenido el tema de la amistad en mi vida y las preguntas que se han suscitado en torno a ella: ¿qué es un amigo?, ¿cómo surge la amistad?, ¿cuál es el papel de un amigo?, ¿cómo ser amigo?; ¿por qué es importante tener amigos? Estas reflexiones estaban ligadas a una fuerte necesidad de compartir mi vida, de abrir mi corazón con sus afectos, sentimientos, alegrías, repulsiones, sueños y temores.

Finalmente, rescato la importancia vital de la amistad como un elemento que va siendo central en mi vida y que me va ayudando a sentirme querido, a desplegar mis afectos y potencialidades, que me descentra y me conduce a la salida y al amor al prójimo.

Iniciaré este trabajo presentando la importancia de los amigos en la vida de San Agustín, así como los motivos por los que considera valiosas a las amistades. A continuación, veremos las fuentes en las que San Agustín se inspira para forjar sus conceptos y su filosofía, principalmente a Cicerón. De este autor se abordará, de forma muy sintética, la temática de su tratado “De Amicitia”. Posteriormente relataré una experiencia que lleva a Agustín a reflexionar acerca de la amistad, de la vida, de la muerte y de Dios. Después de estas reflexiones, Agustín llegará a una reformulación del concepto de amistad buscando en Dios su fundamentación. La amistad humana, para Agustín, sólo encuentra una base firme en Dios, y es el preámbulo de la amistad divina.

II. DESARROLLO
Al leer el libro “Las Confesiones” de San Agustín, desde sus primeras páginas, me pude percatar de que Agustín fue una persona que estuvo rodeada de amigos en todas las etapas de su vida. Desde pequeño lo vemos jugando con sus amigos, luego haciendo travesuras junto con ellos, yendo a la arena o incluso cometiendo el hurto de unas peras, no por necesidad ni antojo, sino por . En sus Confesiones, se arrepiente y pide a Dios perdón por las maldades y travesuras realizadas. Posteriormente, entabla una relación muy significativa con un amigo con quien creció desde pequeño en Tagaste. Éste, al morir, deja una profunda soledad y desasosiego en su vida -esta experiencia se abordará después con más amplitud-. En etapas posteriores de su vida, entabla una relación de amistad y cariño con Ambrosio, obispo de Milán, a quien agradece que lo haya acogido con bondad y llevado al cristianismo. Otra amistad importante en la vida de San Agustín, fue Alipio, quien nació también en Tagaste y fue su discípulo. Dicha relación estuvo al inicio mediada por la mutua simpatía. En este caso, Agustín le preocupa la afición de su amigo al circo. Alipio acompañó a Agustín a Milán y probó su rectitud y honestidad en su encargo de las finanzas de Italia. Por otra parte, Nebridio fue otro amigo importante de Agustín y llegó incluso a dejar su patria para vivir con él y “compartir la ardiente pasión de la verdad y de la sabiduría. Como nosotros suspiraba y como nosotros fluctuaba, ardiente buscador de la vida feliz y escrutador infatigable de las más difíciles cuestiones” Francisco Montes de Oca (responsable de la versión de las Confesiones aquí citada) hace una anotación al respecto de Nebridio que me parece importante destacar, ya que afirma que era “un hombre serio, dotado de grandes cualidades intelectuales y de un espíritu de independencia que ni por la amistad admitía menoscabo”. Podemos ir constatando el tipo de amistades que fueron rodeando la vida de Agustín. Otra relación de vital importancia, que no podemos dejar de lado, es la que sostuvo con la madre de su hijo, Adeodato, cuyo nombre nos queda reservado y sólo sabemos que fue su compañera durante varios años en su vida. Él le profesaba un gran cariño, pero tuvo que darse una separación debido a que ella constituía un obstáculo para el matrimonio de Agustín con otra mujer. Esta separación destrozó su corazón. Ella, por su parte, decidió regresar a África y prometió no relacionarse con otro hombre. Adeodato quedó bajo la custodia de Agustín.

Sirva este breve recorrido para destacar el papel que jugaron las relaciones de amor y amistad en la vida de Agustín.

Ahora pasemos, con más detenimiento, a presentar el valor que Agustín le concedía a sus amistades. De los trece libros que conforman Las Confesiones, aborda el tema de la amistad de forma explícita en el libro cuarto. A continuación transcribo los motivos por los que Agustín gustaba de las amistades:

Lo que más me reconfortaba y reanimaba eran los consuelos de otros amigos, con quienes yo amaba lo que en lugar de ti [Dios] amaba. … Cautivaba mi ánimo: conversar y reír juntos, dispensarnos mutuamente pequeños favores, leer en común libros amenos, divertirnos unos con otros y darnos pruebas de mutua estima, discutir de cuando en cuando sin apasionamiento, como lo hace uno consigo mismo, y sazonar con este rarísimo descuerdo las múltiples ocasiones en que estábamos de acuerdo, enseñar o aprender algo unos de otros, echar de menos con nostalgia a los ausentes, acoger con alegría a los que llegaban. Con estas manifestaciones y otras semejantes, que nacen del corazón de los que mutuamente se aman, y que se expresan por el rostro, por la lengua, por los ojos y por mil otras gratísimas demostraciones que se funden como combustible las almas, y de muchas se hace una sola .

Con este texto podemos comprender que Agustín la pasaba bien en compañía de sus amigos.

Ahora, pasaremos brevemente a conocer una de las “fuentes” de las que bebió y que ejercieron una influencia notable en el pensamiento de Agustín. En este caso, me gustaría presentar a Cicerón como una fuente de inspiración que sirvió a Agustín para elaborar su concepto de amistad. Agustín se “encontró” con Cicerón al leerlo en el “Hortensius”, obra que le despertó, de forma inicial, su amor por la filosofía. Pero, si se trata del tema de la amistad, Cicerón escribió un tratado acerca de la misma que se intitula “de Amicitia”. Esta obra se ha convertido en un texto clásico e imprescindible en la historia de la humanidad, al hablar de la amistad. En él, Cicerón escribe las ideas que tiene acerca de la amistad, así como su filosofía de vida. Un hecho por el que a Agustín le llama mucho la atención Cicerón, es que éste fue un gran orador. Esta característica encontraba eco en Agustín, quien también era un retórico y enseñaba retórica. Me gustaría también destacar un hecho de la vida de Cicerón: la muerte de su hija Tulia (45 a.C.). Este hecho lo deja desconsolado, y busca en la filosofía apoyo y consuelo. Cicerón, como nos lo comenta Faustino Escurza, quien es el encargado de la traducción, introducción y notas de la versión “De amicitia” que consulté, nos indica que Cicerón redactó el tratado “Sobre la amistad” a finales del año 44 a.C, (un año antes de su muerte). Esta obra está dedicada a su entrañable amigo Tito Pompeyo Ático. Pero resulta que Cicerón no expone las ideas en primera persona, sino que escoge a un personaje para que hable por él: Cayo Lelio. El texto se da en forma de diálogo de éste último con los yernos de Escipión, Mucio Escévola y Cayo Fannio. Cicerón define a la amistad de la siguiente manera:

“La amistad no es, pues, sino la concordia (armonía) entre todas las cosas, tanto divinas como humanas, acompañada de afecto y amor”.

La amistad es valorada como el mayor bien de la existencia. Por otra parte, Cicerón considera que la amistad sólo puede darse entre los hombres buenos.

Retomo el gran dolor y desconsuelo que sintió Cicerón por la muerte de su hija, para regresar con Agustín, ya que ese mismo sentimiento de dolor por la muerte de un ser querido los une y es punto de partida para la reflexión, la filosofía y replanteamiento, incluso del sentido de la vida.

En su libro cuarto de las Confesiones, Agustín nos relata la amistad que entabló en Tagaste con “un amigo que me resultaba muy querido por la comunidad de nuestros gustos. Éramos de la misma edad y lozaneábamos ambos en la flor de la adolescencia. Conmigo había crecido siendo niño, juntos habíamos asistido a la escuela, juntos habíamos jugado” . Además, nos comparte Agustín, que él ejercía mucha influencia en su amigo. Y es aquí donde llega el momento en el que Agustín nos relata el suceso de la muerte de su amigo.

Su amigo enfermó gravemente y se hizo bautizar. La reacción de Agustín fue la burla. Sin embargo, a pesar de la fuerte influencia que ejercía Agustín en él, se horrorizó y le advirtió que si quería conservar su amistad debería dejar de expresarse en los términos en los que lo hacía . Poco tiempo después murió y así lo registra Agustín:

“y he aquí que Tú, arrebataste aquel hombre de esta vida, cuando apenas había completado conmigo un año de amistad, más suave para mí que todas las suavidades de mi vida de entonces” .

A partir de la muerte de su amigo, Agustín empieza un periodo de luto, desasosiego y tristeza. Como él mismo nos comenta “con ese dolor, se entenebreció mi corazón y no veía más que muerte” No sabía el motivo de su profunda tristeza, y no recibía respuesta alguna.

Agustín frente a la muerte de un ser tan querido, encuentra ligeramente suavizada la herida, aunque no del todo y se pregunta:

¿cómo es, pues, que de la amargura de la vida se coge un fruto suave: gemir y llorar, suspirar y quejarse? ¿Estribará, acaso, su dulzura en que esperamos ser oídos de ti? No esperaba, por supuesto, que reviviera, ni mis lágrimas pedían eso; simplemente sufría y lloraba.

Pero la crisis no terminaba. Agustín se seguía sintiendo desventurado. Empezó a reflexionar acerca de la amistad y a encontrar un sentido más pleno, en Dios:

“Desventurado era yo y desventurada es toda alma encadenada a la amistad de las cosas mortales. Desgárrase cuando las pierde y siente entonces la desventura por la que era ya desventurada desde antes de perderlas. ….. Era desventurado. Pero aún más que a aquel amigo amaba yo aquella desventurada vida… Pero había brotado en mí yo no sé qué sentimiento… se daba en mí un pesadísimo hastío de vivir y al mismo tiempo miedo de morir. Creo que cuanto más le amaba a él, tanto más aborrecía y temía a la muerte que me lo había arrebatado, como enemiga encarnizada.” .

Caía así Agustín en un intenso periodo de depresión y profunda tristeza porque para él un amigo, citando a Horacio, era “la mitad de su alma” . Recuerda también a Ovidio, quien se refería al conocido concepto de que un amigo es un alma en dos cuerpos: “Porque yo sentía que mi alma y la suya no habían sido más que una sola alma en dos cuerpos ”.
Así, a Agustín le causaba horror la vida. No quería vivir con la mitad. Y sigue expresando su temor a la muerte.
En el capítulo VII de sus Confesiones, Agustín busca aliviar su dolor, porque su corazón aún sigue desgarrado y sangrante. Escuchémoslo en su sentir:

Llevaba a cuestas, rota y sangrante, a mi alma, que no soportaba ser llevada por mí y no hallaba dónde ponerla. Ni en el encanto de los bosques, ni en los juegos y canciones, ni en los parajes de suave olor, ni el los festines rebuscados, ni en los deleites de la alcoba y del lecho, ni siquiera en los libros y en la poesía encontraba descanso mi alma. Todo, hasta la misma luz, me causaba horror, y todo cuanto no era lo que él era, resultaba insoportable y odioso, salvo el gemir y el llorar; que sólo en esto hallaba algún ligero reposo .

Otra constatación importante que realiza Agustín es la finitud de todas las cosas. Se le hace evidente el ciclo vital de cosas y seres… nacer, crecer y morir, o dicho de otro modo:
“todas las cosas nacen, y mueren, naciendo como que comienzan a ser, y crecen para perfeccionarse y ya perfectas envejecen y mueren. No todas envejecen pero todas mueren” . Descubre así la finitud de las cosas y la inestabilidad de las criaturas. Se da cuenta también las implicaciones que tiene el hecho de amar a alguien como si no fuera a morir. Y dado el fuerte impacto que le causó a Agustín la muerte de su amigo, no puede dejar de reflexionar, de seguir pensando y meditando:

“¿Por qué había penetrado tan fácilmente en lo más íntimo de mi ser aquel dolor? ¿Por qué, sino porque había derramado mi alma en la arena, amando a quien había de morir, como si no hubiese de morir ?

Así, después de un periodo de mucho sufrimiento, dolor y reflexión, llega a decir que la verdadera amistad sólo se puede dar en el Señor [Dios]. Es aquí y sólo aquí, cuando Agustín empieza a afrontar su dolor y a entender lo que le pasaba. Esta larga y dolorosa experiencia le sirve para llegar a Dios. Afirma así, que la verdadera amistad sólo es tal, en la medida en la que está cimentada en Dios, ya que el vínculo que une la amistad es la caridad, que se derrama en los corazones por medio del Espíritu Santo que cada quien ha recibido .

Agustín ve con más claridad y comprende el porqué de un dolor tan grande cuando un amigo muere. Exclama con gozo y humildad:

“Si te agradan los cuerpos, alaba a Dios por ellos y devuelve tu amor a su artífice, no que sea que, en las cosas que te agradan, le desagrades tú. Si te agradan las almas, en Dios sean amadas, que también ellas están sujetas a cambios y, fijas en él es como se hacen estables; de otro modo pasarían y perecerían. Sean pues, en Él amadas. Arrebata contigo hacia él cuantas puedas y diles: “A éste amemos. Él es quien hizo éstas cosas y no está lejos. … Sed estables con él y seréis estables, descansad en él y estaréis descansados…De él viene lo que amáis. ¿De qué os sirve seguir caminando por caminos difíciles y trabajosos? No está el descanso donde lo buscáis. Buscad lo que buscáis, pero no está donde los buscáis. Buscáis la vida feliz en la región de la muerte. No está allí. ¿Cómo va a haber vida feliz, donde ni siquiera hay vida ?”

Agustín propone como cimiento de toda amistad a Dios, ya que en él y por él persiste toda amistad. Y concluye su libro cuarto con una bella oración y acción de gracias a Dios, quien es el único en el que se encuentra la paz y la felicidad:

“Bienaventurado el que te ama a tí [Dios] y al amigo en tí y al enemigo por tí. Porque sólo aquél no perderá ningún ser querido, por quien son queridos todos en aquél que no se puede perder. Y ¿quién es éste sino nuestro Dios, el Dios que ha hecho el cielo y la tierra y que los llena, porque llenándolos los creó? A ti nadie te pierde sino el que te abandona. Y, pues que te abandona, ¿adónde va o adónde huye, sino de ti manso a ti airado? Porque ¿dónde no encuentra él tu ley en su castigo? Y tu ley es la verdad y la verdad eres tú” .

Finalizaré haciendo una síntesis del camino que ha recorrido Agustín. Él valora y disfruta la amistad humana como un elemento imprescindible en su vida. Tras haber sufrido la muerte de un entrañable amigo y descubrir la finitud de los seres, Agustín redimensiona y reelabora el concepto de amistad que tenía: pone a Dios como su centro, su base, su raíz. Adquiere así la amistad, fuerza y trascendencia, aún más allá de la muerte. De esto modo, la amistad humana se convierte en camino cuyo inevitable destino es Dios mismo.
III CONCLUSIONES

1. En un principio, Agustín cifró todas sus esperazas y alegrías en una amistad humana, al acabarse ésta por la muerte, atraviesa por una prolongada etapa de tristeza y dolor. Fue como una herida que no sanó con prontitud. Tan grande fue el pesar por la muerte de su amigo, que inició serias reflexiones acerca de la vida, de la muerte, de la amistad. Poco a poco, se va gestando en él un cambio en su forma de ver y entender la vida y empieza a descubrir la finitud de las cosas y de las personas. Así, tras haber pasado por un largo periodo de crisis, llega a la conclusión, que la amistad y la fidelidad son sólo posibles en Dios. De esta forma Agustín, tomando a los grandes clásicos, elabora su concepto de amistad propio. De la amistad humana, Agustín arriba a la amistad divina.

Agustín, en sus Confesiones, nos relata que en un determinado momento de su vida pensó, con otros amigos, en:

“un proyecto de vida tranquila, con bienes comunes y un patrimonio único. Se pensaba en un grupo de diez hombres en una vida común. Dos del grupo se encargarían durante dos años por velar por lo necesario, quedando despreocupados los demás. Las esposas de algunos (“mujercitas”) se opusieron e hicieron añicos el proyecto ”

Ahí podemos encontrar los primeros esbozos de lo más tarde llevaría a la fundación de comunidades religiosas (agustinos).

Debido a la naturaleza “amiguera” de Agustín, al fundar comunidades religiosas, éste privilegió la amistad en la vida del religioso. Él enseñaba a los monjes que estuvieran abiertos a la posibilidad de entablar una amistad con todos los demás monjes, sin que fuera una obligación aceptar a todos de forma inmediata como amigos. Por otra parte, comenta que es harto difícil que lleguemos a penetrar lo más íntimo del otro, pero sólo es posible que el otro me conozca mediante la amistad . Se desprende así la intrínseca relación entre tener amigos y abrir el corazón al otro. Recuerdo ahora una frase de Ralph Waldo Emmerson, quien establece que “el único modo de tener un amigo, es ser amigo”.

Recuerdo ahora una pregunta que planté al inicio de este trabajo: ¿cuándo puedo llamar a alguien amigo? Cuando le hacían la misma pregunta a Agustín, él respondía que “podemos considerar a otro como amigo, si nos atrevemos a abrirle todo nuestro interior”. A su vez, confiesa la gran importancia que tuvieron los amigos para él durante toda su vida así como en la vida monástica:

"Confieso que me arrojo confiado enteramente en el amor de mis más íntimos amigos, especialmente cuando me veo agobiado por los escándalos del mundo, y encuentro descanso en ese amor, libre de angustia. Esto es así porque tengo la sensación de que Dios, en cuyos brazos me arrojo sin temor, y en quien hallo seguro reposo, está presente allí. Con tal seguridad no temo la incertidumbre del mañana y de la flaqueza humana. Cuantas ideas y pensamientos confío a una persona llena de caridad cristiana, y que ha llegado a ser una fiel amistad, no los confío a un ser humano, sino a Dios, en quien esta persona habita, y que la hizo una fiel amiga"

Agustín ubica, a fin de cuentas, a la amistad humana como algo divino, como un camino hacia Dios. La amistad también se convierte así en un don de Dios. En este punto, considero que coinciden varios autores: “la amistad es un don de Dios”, entre ellos, al autor que acabo de citar, Ralph Waldo Emmerson (“mis amigos han venido a mí sin buscarlos. Me los dio el gran Dios”).

Agustín es punto de referencia obligado en toda historia de la filosofía, así como en la historia de la Iglesia. Sus ideas tuvieron, y tienen –a través de distintos autores, ideologías e imaginarios colectivos- aún una gran influencia en nuestros días. En su tiempo, las ideas de Agustín tuvieron una gran influencia en Inglaterra y el Norte de Francia. La amistad en la vida religiosa fue un valor muy difundido y promovido. Este hecho se explica gracias a la importancia que Agustín le concedió y a la gran influencia que ejerció su pensamiento en la vida religiosa, por ejemplo, en Cluny. También existen varios autores medievales que retoman su pensamiento y sus ideas acerca de la amistad, como Pedro el Venerable, Bernardo de Claraval, Elredo de Rieval y Pedro Celle. Esta forma de pensar respecto a la amistad fue válida hasta el siglo XV, cuando inicia la idea de que la amistad dentro de la vida religiosa “quebrantaba la integridad de vida en la comunidad religiosa” .

Consideraciones personales.

Al igual que San Agustín, en mi andar por la vida el concepto de amistad que tenía ha ido transformándose, evolucionando. En ocasiones ha sido gracias a una reflexión teórica, podría decir que hasta ideal que incluía las siguiente preguntas: ¿quién es un amigo?, ¿cómo se comporta un buen amigo?, ¿cuándo puedo llamar a alguien amigo?, ¿tengo amigos? Pero la mayoría de las veces, la misma realidad es la que me ha llevado a realizar esos ajustes a mis conceptos. Es la vida, y Dios, quienes me han ido enseñando qué es la amistad. Dichas constataciones acerca de la amistad van mucho más allá de mis elucubraciones mentales.

Poco a poco, he ido descubriendo que un amigo es un regalo de Dios. De repente, sin saber exactamente cómo, descubro que existe alguien junto a mí, hacia quien experimento simpatía y cariño. Alguien hacia quien siento confianza y con quien puedo compartir lo más profundo de mi ser: mis miedos, preocupaciones, debilidades, sueños. En esa relación me percato también de que la simpatía y el cariño son mutuos, es decir, una amistad es “cosa de dos”. Una amistad empieza así a germinar y llega a mantenerse a través del tiempo y la distancia ¿Por qué antes no había llegado esa persona? ¿Por qué se dio esa gran afinidad y empatía mutua? Recordando a Ralph Waldo Emmerson puedo decir “mis amigos han venido a mí sin buscarlos. Me los dio el gran Dios”.

Otro punto que me parece relevante destacar es que el hecho de contar con un amigo, en vez de encerrarte en una relación exclusiva, se convierte en posibilidad y peldaño para recibir y acoger a otros amigos. Al respecto, David Grayson nos comenta lo siguiente:

“Es milagroso cómo aumenta, con cultivarla, la capacidad para la amistad. Una vez yo tenía apenas sitio en mi corazón para un solo amigo. Es fenómeno digno de que mediten en él los descreídos, porque en la tierra sucede que cuando el corazón del hombre se abre realmente a un amigo, encuentra en él sitio para dos. Y cuando admite al segundo, he aquí que los cielos se elevan y la tierra se ensancha, y halla sitio para dos más ”.

Cuando leía este pasaje, con alegría constataba la veracidad del mismo. Y lo hacía ya no considerándolo como una idea abstracta, sino desde mi vida, desde las personas que Dios ha puesto en mi camino, y con quienes he entablado un vínculo de amistad. Al tener un amigo, el corazón se dispone, se prepara, se capacita y se ensancha para recibir a otro más.

Para Agustín, una amistad verdadera encuentra su fundamento en Dios. Es en él solamente en quien puede descansar, continuar y trascender la amistad. De esta forma, al tener toda amistad su fundamento en Dios, se convierte en puente hacia Dios. A esta conclusión llega Agustín después de vivir una gran crisis por haber puesto toda su esperanza y su confianza en un ser humano, falible y frágil a fin de cuentas; por amar a una persona como si fuera a ser eterna. De esta forma, teniendo un garante fidedigno de la amistad, que es Dios, más allá de la fragilidad humana, se pueden enfrentar los conflictos, las diferencias, la distancia y se hace posible un amor que es capaz de acoger, perdonar, unir y trascender el tiempo y la distancia. Por otra parte, ¿qué cosa mejor se le puede desear a un amigo que la cercanía y amistad con Dios?

Si dos personas que son amigas tienen como centro de su vida a Dios, se encuentran en una verdadera comunión a pesar de estar a muchos kilómetros de distancia uno del otro. Me atrevo a decir que este hecho se da porque en el fondo existe un mismo amor, y los sueños de un mundo según los designios del Señor: un mundo de paz amor y justicia, son comunes.

Para concluir, me gustaría mencionar el papel de la amistad en la Vida Religiosa. Debe ser la amistad humana un fruto en nuestra vida, que transparente y haga creíble a los hombres el amor de Dios. Que mediante nuestro testimonio de vida, remitamos a Dios y hagamos apetecible una vida en común, al servicio de Dios entregada a favor de los demás. Necesitamos amigos en la vida religiosa que nos acompañen, alienten y levanten cuando caigamos.

Finalmente, no puedo dejar de hacer referencia a la amistad con Dios. No concibo a un hombre religioso sin una profunda experiencia de amistad con Dios. Jesús, se revela como el Amigo por antonomasia , y es él quien nos ha llamado, con amor de amigo, para “ser pescadores de hombres” y seguirlo en un camino de consagración y entrega de la vida para construir un mundo mejor. Recuerdo las palabras de Karl Rahner quien decía que el cristiano del siglo XXI, “será un místico o no será”. Considero con Rahner que el cristiano, o el religioso, para serlo de verdad, deberá experimentar íntimamente en su vida al Dios amigo y establecer con él una relación de amor y de pertenencia profunda. Sólo así, bebiendo de la fuente del amor de Dios, podrá dar a los demás a Dios. Sentir el gran amor y amistad del buen Padre hacia mí, será condición indispensable para una entrega generosa, también será “descanso en la fatiga y brisa en el ardiente estío”. El amor de Dios, se convierte en impulso para vivir apasionados por Dios y apasionados por la humanidad, buscando unirnos en un sentimiento de alegría universal, para así poder cantar y realizar el gran sueño que expresa Schiller en su Himno a la Alegría, y que musicaliza e inmoraliza Beethoven en su novena sinfonía: “que todos los hombres seamos hermanos, intuyendo al Creador, buscando a través de la bóveda celeste al Padre bondadoso, cuya morada está más allá de las estrellas” (ver anexo).







BIBLIOGRAFÍA

G, REALE, D. ANTISERI, Historia del pensamiento filosófico y científico, Herder, vol. I, España, 2004
SAN AGUSTÍN, Confesiones, Editorial Porrúa, México, 1999
NOVO, Salvador, Joyas de la amistad, engarzadas en una antología, Editorial Porrúa, México, 2004
VÁZQUEZ, Andrés, Estudio sobre la amistad, Rialp, Madrid, 1956
CICERÓN, M.T, De Amicitia, José J. de Olañeta, Barcelona, 2003.
Amistad y vida común, Amor mutuo, [en línea] en http://oala.villanova.edu/agustin/amistad.html consultado en noviembre 20, 2007.



ANEXO 1
HIMNO A LA ALEGRÍA

Alegría, hermosa chispa de los Dioses
Hija del Elíseo,
Entramos, extasiados en fuego,
Celestialmente, a tu santuario.
Tu poderosa magia reúne
Lo que la espada del destino había separado.
Los Miserables se vuelven Príncipes, hermanos
Donde se posa tu ala suave.
¡Abrácense, Millones!
¡Este beso al mundo entero!
Hermanos, mas allá de la bóveda estrellada
Un padre amoroso debe de morar.
Cualquiera que halla tenido la gran fortuna
De ser el amigo de un amigo
Cualquiera que halla ganado una noble esposa
¡Una su Júbilo al nuestro!.
Verdaderamente, quienquiera que pueda llamar un alma
¡Suya en esta Tierra!
Y cualquiera que nunca pudo hacerlo que se arrastre
Llorando lejos de éste círculo.
Aquellos que moran en el gran círculo,
¡Den homenaje a la Simpatía!
Ésta conduce hacia las estrellas,
Donde el Desconocido Reina.
Alegría todas las criaturas beben
En el seno de la Naturaleza;
Todos, Justos e Injustos,
Siguen su camino de pétalos de rosa.
Besos ella nos da, y Vino,
Un amigo, probado hasta la muerte,
Placer fue dado (aún) al gusano,
Y al Querubín estar ante Dios.

¿Cayeron de la rama, millones?
¿Vislumbras a tu Creador, mundo?
Búscalo más allá de la bóveda estrellada.
Más allá de las estrellas Él debe vivir.
La Alegría es llamada la gran motivación
En la naturaleza Eterna.
Alegría, Alegría mueve los engranes
En la máquina universal del tiempo.
A las flores las llama a salir de sus botones,
Soles del Firmamento,
Esferas se mueven lejos en el Espacio,
Donde nuestros telescopios no pueden llegar.

Alegremente, como sus soles están volando,
A través del espléndido diseño del Firmamento,
Corred, Hermanos, corred vuestro camino,
Alegres, como un héroe hacia la conquista.
Como la fiera reflexión de la verdad
Sonríe al científico.
A la pradera escarpada de la virtud
Que conduce al sufrimiento.
Sobre la altiva cumbre de la fe.
Se vislumbra su bandera en el viento,
A través de las grietas de los sarcófagos,
Se percibe posarse sobre el coro de los Ángeles.

¡Tolerad valientemente, millones!
¡Soportad para un mundo mejor!
Más allá de la bóveda estrellada
Un gran Dios os recompensará.
Dioses que no pueden nunca resarcir,
Es bello, pensar, en ser como ellos.
Dolor y pobreza, vuelven atrás
Y se regocijan con aquellos alegres.
Ira y venganza sean olvidadas,
Nuestro enemigo mortal sea redimido,
Ninguna lágrima se derrame más,
Ningún sentimiento de remordimiento os deberá aquejad.

¡La cuenta de nuestras fechorías será destruida!
¡Reconciliado sea el Mundo entero!
Hermanos, más allá de la bóveda estrellada,
Dios juzga como juzgamos.
La alegría borbotea en los vasos,
A través de la dorada sangre de las uvas,
Los inhumanos beben fraternidad,
Y la desesperación toma coraje
Hermanos, vuelen de sus asientos,
Cuando todo el licor se está esparciendo
Dejando que la espuma escurra hasta el cielo:
Este vaso al buen espíritu.

Aquel a quien adoran los racimos de estrellas,
Aquel a quien los himnos de los Serafines alaban,
Este vaso, a él, el buen espíritu,
¡Más allá de la bóveda estrellada!
Determinación y bravura para el gran sufrimiento,
Ayudad ahí, donde el inocente llora
Nuestro juramento durará eternamente
La verdad para con el amigo y el enemigo,
El honor de los hombres antes de los tronos de los Reyes
Hermanos, aún si eso significa nuestra Vida y Sangre
Demos las coronas a aquellos que las merecen.
¡Derrotemos al paquete de mentirosos!

Cerrad estrechamente el círculo bendito,
Jurado por este vino dorado:
Para mantener la certeza del Juramento,
¡Jurado por el Juez más allá de las estrellas!

Declamado de las cadenas del tirano,
Generosidad también hacia el villano,
Esperanza en los lechos mortales,
¡Misericordia del Juicio Final!

¡También el muerto deberá vivir!
Hermanos, bebed y replicad,
Todos los pecadores serán absueltos,
Y ya no existirá más el infierno.
¡Una hora serena de despedida!
¡Dulce descanso en el Mare mágnum!
Hermanos, un dócil veredicto
¡De la boca del Juicio Final!

La amistad en San Agustín