sábado, 4 de octubre de 2008

Los hijos de la Malinche

Filosofía Latinoamericana
Septiembre 12, 2008

Los Hijos de la Malinche[1]

En la mencionada sección del libro de Octavio Paz, “El laberinto de la soledad”, llama mi atención el aspecto en el que abordan la problemática del obrero mexicano.

A mi parecer sí refleja la actual situación de los obreros mexicanos, pero no sólo de ellos, sino también de los de América Latina, de otros países en desarrollo, de tercer mundo y aún en los países del así llamado “primer mundo”.

A continuación presento un texto de Paz, donde describe la situación de los obreros:


“Carece de individualidad, la clase es más fuerte que el individuo y la persona se disuelve en lo genérico. Porque ésa es la primera y más grave mutilación que sufre el hombre al convertirse en asalariado industrial. El capitalismo lo despoja de su naturaleza humana, puesto que reduce todo su ser a fuerza de trabajo, transformándolo por este solo hecho en objeto. Y como a todos los objetos, en mercancía, en cosa susceptible de compra y venta. El obrero pierde, bruscamente y por razón misma de su estado social, toda relación humana y concreta con el mundo: ni son suyos los útiles que emplea, ni es suyo el fruto de su esfuerzo. Ni siquiera lo ve.

La complejidad de la sociedad contemporánea y la especialización que requiere el trabajo extienden la condición abstracta del obrero a otros grupos sociales. Vivimos en un mundo de técnicos, se dice. El gobierno de los técnicos, ideal de la sociedad contemporánea sería así el gobierno de los instrumentos”[2].


Al leer este fragmento traigo a la mente la crítica que Jürgen Habermas realiza también a nuestras sociedades, debido a que la razón instrumental, es decir la razón técnica, ha ganado tal importancia dentro del sistema económico y de gobierno, que deja fuera toda otra razón como la práctica. Aunado a esto, el positivismo incentiva el modelo de las Ciencias de la Naturaleza, dejando sin aparente sustento “científico” según su modelo a toda cuestión que se relacione con la moralidad. Parecería absurdo plantear dentro del entorno económico neoliberal qué tanto importan las condiciones de vida del obrero, sin embargo, sí es legítimo hablar de rentabilidad, de productividad, de inversión. Otra pregunta que tampoco se formula, ni siquiera los obreros, es ¿cómo se justifica o se puede legitimar las enormes diferencias salariales entre el aparato administrativo y los obreros? Esta legitimación viene dada por la famosa “especialización”, que quiere decir que, a mayor nivel de preparación y estudios, mayor será el salario. Sin embargo, esta lógica que parece estar introyectada y aceptada en todos los individuos de la sociedad, posee una treta en su interior. Y digo esto porque precisamente podrá estudiar, quien tenga los recursos básicos para hacerlo, desde la posibilidad de pagar el transporte, hasta cumplir con los requisitos que se piden para una especialización, que van desde los estudios básicos e intermedios, hasta las habilidades para poder contactar a una universidad y realizar los trámites solicitados. Si a esto agregamos que las familias que sólo poseen su fuerza de trabajo, debido a los bajos salarios “salarios mínimos”, se ven obligados a trabajar la mayor parte de la familia en posición de hacerlo, cuando los hijos terminan la primaria o la secundaria, son lanzados al mercado laboral, con lo cual continúa un círculo vicioso. Siguen siendo obreros porque no tienen alguna “especialización”, y siguen sin ésta porque son obreros. Se ve así una situación que orilla a muchas familias solamente a subsistir, es decir, a tener lo mínimo, y no lo básico, para poder seguir trabajando.

Esta es una de las razones por la cual se hace necesario plantarse seriamente la pregunta acerca de la justicia social en nuestro país y en el mundo. Surge la necesidad de dialogar con la razón instrumental o técnica, para recordarle que el ser humano está por encima de la Técnica y la Ciencia, que no todo lo económicamente viable es humanamente deseable.
[1] PAZ, Octavio, El laberinto de la Soledad, FCE, México, 1981
[2] Ibíd. P.61-62

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