Filosofía Latinoamericana
Reflexión acerca de la lectura “Acerca de la significación del nosotros[1]”.
Llama especialmente mi atención la frase de Hegel, quien afirma que “es necesario ponernos para nosotros mismos como valiosos”. Sin embargo, como hemos visto con los conceptos del “eurocentrismo” y del “mito modernizador”, ese “nosotros” eran los europeos, como aquellos valiosos, cuya cultura debía ser transmitida, léase impuesta, a todos los demás pueblos, cuya cultura concebían como inferior.
Frente a esto podemos preguntarnos si ¿existe verdaderamente eso que llamamos un “nosotros latinoamericano” o bien una identidad latinoamericana?
Haciendo un poco de historia, podemos decir que el mismo nombre “América” fue impuesto por los europeos, al igual que realizaron un proceso de dominación económica y cultural.
Y, a primera vista, parecería difícil responder afirmativamente a la pregunta que planteo. Esto porque en muchos casos podríamos poner en duda la misma conciencia que tenemos de ser mexicanos y latinoamericanos. A lo sumo, diríamos que nuestra identidad mexicana está dada por nuestro belicoso himno nacional y por nuestra bandera, que por cierto “es la más bonita del mundo”. Sin embargo, el tejido social parece estar desquebrajado y se observa en el ambiente político de nuestro país, una gran falta de coordinación y comunicación entre los diferentes agentes que integran la sociedad. Parece dejarse ver una intolerancia hacia “el otro” que me es ajeno, que piensa diferente que yo o que “nosotros” y no estamos abriendo caminos para un diálogo, para un acuerdo común básico que nos permita convivir pacíficamente como sociedad.
Si bien pareciera que la identidad como mexicanos tambalea, es de imaginar que la conciencia de “ser latinoamericanos” esté aún más disuelta y poco conciente entre nosotros. ¿Qué nos uniría a los demás países latinoamericanos, si no es que una “misma” lengua? En México al menos desde mi percepción seguimos dando vida al malinchismo. Muestra de ello es el considerar superior, mejor, de más calidad todos los bienes, productos y servicios que provienen de Europa o Estados Unidos, sin tener en la mente a nuestros países sureños o repitiendo el trauma, viéndolos de arriba hacia abajo.
En la historia han existido algunos intentos por unificar a Latinoamérica, pero quizá por un padecimiento común, nos ha resultado difícil el diálogo, la coordinación de esfuerzos, la solidaridad y se ha aplicado el “sálvese quien pueda” expresado actualmente por la elaboración de tratados comerciales ventajosos con las potencias económicas. Esto da como resultado la nueva colonización de Europa y Estados Unidos, quien de forma menos violenta aunque cruel siguen sometiendo económicamente a los países pobres, estableciendo condiciones preferentes de comercio, saqueando legalmente las riquezas naturales y mano de obra de los países con los que firman tratados. Hasta hace poco, América Latina era muy atractiva a los grandes capitales por la mano de obra barata, por las ventajas arancelarias, por la regulación ecológica laxa para “invertir”, proceso que consiste en instalar una planta en el país, de la cual obtendrán beneficios cuantiosos, con rendimientos y ganancias mayores al que obtendrían en sus países de origen. Baste el ejemplo de la privatización de PEMEX, con empresas españolas y gringas que esperan ansiosas el sí de México para colaborar en la explotación del petróleo.
Existe ahora un “nosotros”, pero no aquel que podría aglutinar a todos los habitantes de América Latina y que pudiera fungir como un signo de unidad, sino un “nosotros” que cada grupo utiliza: nosotros los indígenas, nosotros los empresarios, nosotros los inversionistas, nosotras las mujeres, nosotros los pobres, nosotros los defensores de los pobres, nosotros los buenos, nosotros los que tenemos la razón, nosotros los intelectuales, nosotros los mexicanos, etc.
Frente a este escenario de multiplicidad y, podría decir, división o fragmentación se antoja necesario la toma de conciencia de los elementos comunes como mexicanos, en primer lugar, y como latinoamericanos que nos puedan llevar a una unidad que sea posible traducirla en términos de solidaridad, proyección común y unidad frente a los nuevos modos de colonización europea y norteamericana que hoy son ya una amenaza para la libertad y la autonomía de los países latinoamericanos.
[1] ROIG, Arturo Andrés, Teoría y Crítica del Pensamiento Latinoamericano, FCE, México, 1981, pp. 18-43
Reflexión acerca de la lectura “Acerca de la significación del nosotros[1]”.
Llama especialmente mi atención la frase de Hegel, quien afirma que “es necesario ponernos para nosotros mismos como valiosos”. Sin embargo, como hemos visto con los conceptos del “eurocentrismo” y del “mito modernizador”, ese “nosotros” eran los europeos, como aquellos valiosos, cuya cultura debía ser transmitida, léase impuesta, a todos los demás pueblos, cuya cultura concebían como inferior.
Frente a esto podemos preguntarnos si ¿existe verdaderamente eso que llamamos un “nosotros latinoamericano” o bien una identidad latinoamericana?
Haciendo un poco de historia, podemos decir que el mismo nombre “América” fue impuesto por los europeos, al igual que realizaron un proceso de dominación económica y cultural.
Y, a primera vista, parecería difícil responder afirmativamente a la pregunta que planteo. Esto porque en muchos casos podríamos poner en duda la misma conciencia que tenemos de ser mexicanos y latinoamericanos. A lo sumo, diríamos que nuestra identidad mexicana está dada por nuestro belicoso himno nacional y por nuestra bandera, que por cierto “es la más bonita del mundo”. Sin embargo, el tejido social parece estar desquebrajado y se observa en el ambiente político de nuestro país, una gran falta de coordinación y comunicación entre los diferentes agentes que integran la sociedad. Parece dejarse ver una intolerancia hacia “el otro” que me es ajeno, que piensa diferente que yo o que “nosotros” y no estamos abriendo caminos para un diálogo, para un acuerdo común básico que nos permita convivir pacíficamente como sociedad.
Si bien pareciera que la identidad como mexicanos tambalea, es de imaginar que la conciencia de “ser latinoamericanos” esté aún más disuelta y poco conciente entre nosotros. ¿Qué nos uniría a los demás países latinoamericanos, si no es que una “misma” lengua? En México al menos desde mi percepción seguimos dando vida al malinchismo. Muestra de ello es el considerar superior, mejor, de más calidad todos los bienes, productos y servicios que provienen de Europa o Estados Unidos, sin tener en la mente a nuestros países sureños o repitiendo el trauma, viéndolos de arriba hacia abajo.
En la historia han existido algunos intentos por unificar a Latinoamérica, pero quizá por un padecimiento común, nos ha resultado difícil el diálogo, la coordinación de esfuerzos, la solidaridad y se ha aplicado el “sálvese quien pueda” expresado actualmente por la elaboración de tratados comerciales ventajosos con las potencias económicas. Esto da como resultado la nueva colonización de Europa y Estados Unidos, quien de forma menos violenta aunque cruel siguen sometiendo económicamente a los países pobres, estableciendo condiciones preferentes de comercio, saqueando legalmente las riquezas naturales y mano de obra de los países con los que firman tratados. Hasta hace poco, América Latina era muy atractiva a los grandes capitales por la mano de obra barata, por las ventajas arancelarias, por la regulación ecológica laxa para “invertir”, proceso que consiste en instalar una planta en el país, de la cual obtendrán beneficios cuantiosos, con rendimientos y ganancias mayores al que obtendrían en sus países de origen. Baste el ejemplo de la privatización de PEMEX, con empresas españolas y gringas que esperan ansiosas el sí de México para colaborar en la explotación del petróleo.
Existe ahora un “nosotros”, pero no aquel que podría aglutinar a todos los habitantes de América Latina y que pudiera fungir como un signo de unidad, sino un “nosotros” que cada grupo utiliza: nosotros los indígenas, nosotros los empresarios, nosotros los inversionistas, nosotras las mujeres, nosotros los pobres, nosotros los defensores de los pobres, nosotros los buenos, nosotros los que tenemos la razón, nosotros los intelectuales, nosotros los mexicanos, etc.
Frente a este escenario de multiplicidad y, podría decir, división o fragmentación se antoja necesario la toma de conciencia de los elementos comunes como mexicanos, en primer lugar, y como latinoamericanos que nos puedan llevar a una unidad que sea posible traducirla en términos de solidaridad, proyección común y unidad frente a los nuevos modos de colonización europea y norteamericana que hoy son ya una amenaza para la libertad y la autonomía de los países latinoamericanos.
[1] ROIG, Arturo Andrés, Teoría y Crítica del Pensamiento Latinoamericano, FCE, México, 1981, pp. 18-43
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