sábado, 4 de octubre de 2008

La conquista: Entre la comprensión y la destrucción

Filosofía Latinoamericana
Agosto 25, 2008

La conquista: Entre la comprensión y la destrucción

Al mirar el hecho histórico de la Conquista se observa un hecho ambiguo. Y éste está caracterizado por dos polos que son la comprensión y la destrucción. El primero puede constatarse en el hecho de no haber aniquilado a la población indígena y de haber existido el mestizaje. Esto contrasta con lo que sucedió en Estados Unidos, donde hubo una exterminación masiva y los indígenas fueron enviados a “reservas”. El segundo hecho es también evidente. Los españoles llegaron a imponer su cultura, lo que implicó la destrucción de los monumentos y lugares de culto. Esto se expresa gráficamente en lo que sucedió con muchas pirámides que fueron cubiertas con tierra y edificado un templo católico encima. Ya desde aquí podemos ver un adelanto de lo que sería la Conquista: un sobreponer una cosmovisión sobre otra existe, que a lo más, quedaría enterrada. Destrucción en otro sentido que implicó la muerte de muchos indígenas, tanto de manera directa –asesinato- como de forma indirecta – por las enfermedades traídas por los españoles-

A la llegada, los españoles son recibidos con gestos de paz, con regalos, sin quedar exento el miedo que produce todo encuentro con un “extraño”.

Por su parte, para los españoles y especialmente para Cortés, quien era el que estaba al mando, los indígenas ocuparon una posición intermedia en el pensamiento de Cortés. Les concedió el carácter de sujetos, pero lo son en tanto cuanto sirvieran para un fin importante para ellos, que era el de generar riquezas.[1] También se produce admiración, pero “en vez de borrar la distancia existente entre ellos y él, más bien la marca, y su pertenencia a la serie de las “curiosidades naturales” no está totalmente olvidada[2]

Y es necesario comprender, de manera básica, cómo se dio este proceso. ¿Por qué si había cierta admiración, cierto reconocimiento y cierta simpatía por los indígenas, se llegó a la matanza de muchos de ellos, a enterrar su cultura y a establecer una relación en términos de explotación y de desigualdad?

Una razón para ello puede serlo en gran anhelo de riqueza y poder con el que venían los conquistadores. Venidos de un mundo donde había un orden social, político y económico establecido, donde las grandes riquezas pertenecían a familias de nobles cunas y eran heredadas de generación en generación, donde era difícil “dejar de ser quien se era”, encontraron en América una nueva oportunidad que les permitiría hacerse de algo muy preciado en Europa, el oro, y el poder que les permitía ponerse por encima de todo un grupo al que tendrían que cultivar.

Por otra parte, como menciona Todorov, “los autores españoles hablan bien de los indios, pero salvo en casos excepcionales, nunca hablan a los indios. Ahora bien, sólo cuando hablo con el otro (no dándoles órdenes, sino emprendiendo un diálogo con él) le reconozco una calidad de sujeto, comparable con el sujeto que soy yo. Si el comprender no va acompañado de un reconocimiento pleno del otro como sujeto, entonces esa comprensión corre el riesgo de ser utilizada para fines de explotación, el “tomar”; el saber quedará subordinado al poder[3]


Y finalmente, el más importante aspecto que influyó para que la destrucción fuera posible aun estando la comprensión o admiración fue la valoración axiológica que los españoles hicieron de los indígenas. Se pusieron por encima de ellos, se consideraron superiores, no los reconocieron como sujetos de diálogo, los veían, tal como más tarde diría Kant, como medios y nunca fines en sí mismos. Y desde una valoración axiológica desfavorable hacia el indígena, todo lo que éstos realicen estará mal visto, será salvaje, será amenaza. Mientras que por otro lado, todo lo español y europeo será bueno, valioso y además será lo que los “salvajes” tienen que aprender.

Para concluir, me fijaré en un comentario que realizaron los indígenas –Motecuhzoma- cuando estaban siendo atacados por los españoles, especialmente por Alvarado, durante la fiesta de Toxcatl, mismo que es citado por Miguel León: “ pues no somos competentes para hacerles frente, que se deje de luchar[4]

Frente al dilema que planteo al principio, entre la comprensión y la destrucción, podemos concluir que esa cuestión aún sigue vigente hoy en día. No terminamos de entender la conquista. Como mestizos que somos, no podemos ponernos ni totalmente del lado del indígena pero tampoco totalmente del lado español. Quedamos entre fuego cruzado. Queda quizá aún vivo un afán por el dominio y la riqueza, que busca de quien aprovecharse, que busca siempre ponerse por encima de los demás, y que ha generado grandes desigualdades en nuestro país, quizá tan dramáticas como las de aquellos tiempos en los que los españoles poseyeron las tierras despojando y obligando a los indígenas a trabajar en ellas. Por otra parte, sigue una destrucción y un sentimiento, ¿colectivo? De derrota, de inferioridad, que hoy podría dejarse ver en diversos ámbitos como el deportivo, el económico, el social. Pareciera que existe una aceptación silenciosa que grita: “no podemos ganar muchas medallas en las olimpiadas, pero le echamos ganas”, “no podemos lograr la seguridad en nuestro país”, “no podemos generar una economía estable y fuerte ni generar tecnología”, “no podemos erradicar la corrupción”, “no podemos ponernos de acuerdo”… porque no somos competentes y muchas veces como individuos o como sociedad hemos decidido dejar de luchar.

Esto puede llevar a dejar algunas preguntas para la reflexión: cuando me enfrento al extraño, a aquel que es diferente a mí – a fin de cuentas a todo otro- ¿cuál es mi reacción ante la diferencia? : ¿superioridad, miedo, rechazo, aceptación o diálogo?.

¿De qué forma seguimos perpetuando un sistema de diferencias sociales, de grados, de título?

¿Sigue estando un oculto supuesto que desde el interior nos hace pensar como individuos y sociedad “no somos competentes”?



[1] Cfr. Todorov Tzuetan. La Conquista de América. Siglo XXI, México 1991, p. 142

[2] Loc. Cit.
[3] Ibíd. P. 143
[4] LEON Portilla, M. Visión de los vencidos, UNAM, 1989, p. 85

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